“Los Evangelios relatan numerosos encuentros de Jesús con hombres y mujeres de su tiempo. Una característica común a todos estos episodios es la fuerza transformadora que tienen y manifiestan los encuentros con Jesús, ya que « abren un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad ».(11)
Entre los más significativos está el de la mujer samaritana (cf. Jn 4, 5-42). Jesús la llama para saciar su sed, que no era sólo material, pues, en realidad, « el que pedía beber, tenía sed de la fe de la misma mujer ».(12) Al decirle, « dame de beber » (Jn 4, 7), y al hablarle del agua viva, el Señor suscita en la samaritana una pregunta, casi una oración, cuyo alcance real supera lo que ella podía comprender en aquel momento: « Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed » (Jn 4, 15). La samaritana, aunque « todavía no entendía »,(13) en realidad estaba pidiendo el agua viva de que le hablaba su divino interlocutor. Al revelarle Jesús su mesianidad (cf. Jn 4, 26), la samaritana se siente impulsada a anunciar a sus conciudadanos que ha descubierto el Mesías (cf. Jn 4, 28-30).”
2 comentarios:
Y cuando ese agua viva entra en ti, es como el torrente de la foto, que va arrastrando a su paso.
Quiera Dios que a todos les llegue ese momento ;)precioso de gracia!
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