(original publicado en Ignatius Insight, Febrero 25, 2011 Traducido y publicado con permiso del autor) 3 de 3
III
Juan Pablo II sostiene que los límites del mal los delimita la Divina Misericordia. Que significa esto? Ello no implica que todo el mundo se salve automáticamente por la divina misericordia que disculpará todo pecado. No es así sino que perdonará todo pecado que pueda ser perdonado, pero allí está el tema. El perdón esta sujeto al arrepentimiento. Lo nuevo en el mundo merced a la Encarnación fue precisamente que los pecados son perdonados en principio debido al sacrificio de Cristo. Debido a que el era Dios y hombre a la vez, el sólo se eximió de la atrocidad del pecado.
En el concepto clásico de castigo que encontramos en Platón y Aristóteles, vemos que el propósito del castigo, particularmente el castigo voluntario, era restaurar el orden que quebramos con nuestros pecados. Platón llega a decir que nosotros deberíamos querer ser castigados y que somos incompletos sin ello. El castigo voluntario es señal que reconocemos nuestra parte en haber puesto desorden en el mundo.
Platón también sostiene que si cometemos un crimen contra alguien, esa acción solo puede ser perdonada por aquel contra quien cometimos el delito o pecado. Lo que el cristianismo agrega a este principio es que todo pecado también es una ofensa contra Dios. Es por eso que no podemos restaurar el orden por nuestros propios medios.
El Cristianismo combina ambas partes. El sacrificio de Cristo expía la ofensa contra Dios y el reconocimiento público restaura la validez de la ley que voluntariamente rompimos. Mas aun, Dios puede perdonar nuestros pecados, nosotros podemos sufrir un castigo, pero aquel contra quien pecamos aun puede no perdonarnos. Este rechazo no es nuestro problema. La disposición de perdonar también esta incluida en la revelación como una de nuestras propias responsabilidades.
Los límites de la divina misericordia están entonces en lo que Dios puede perdonar. El no puede perdonar lo que no se pide o reconoce. Si el nos “impusiera” el perdón dejaríamos de ser libres. Esto negaría todo el drama de nuestra libertad y sus consecuencias. Dios puede responder al mal con el bien. También nosotros. La divina misericordia amplia el alcance de la relación de Dios con nosotros. Pero esa ampliación incluía la redención en la Cruz. Dios respondió al desorden humano inicial echando a Adán y Eva del Paraíso. Ellos perdieron el camino a Dios que les era ofrecido. Pero se les prometió y finalmente dio un segundo camino, uno que seguía respetando su libertad permaneciendo vigentes las consecuencias.
Los límites de la divina misericordia están establecidos entonces por lo que ni Dios puede hacer. El no puede hacernos libres y después hacernos no-libres. Lo que puede hacer es hacernos libres y cuando abusamos de nuestra libertad ofrecernos un camino para restaurar la ley o el amor que hemos violado. Pero aun así, depende de nosotros. Dios puede brindarnos un ejemplo de lo que cuestan nuestros pecados. Pero no puede obligarnos a verlo o admitir nuestra participación en el.
Hubiese sido mejor para Dios no habernos creado? De ninguna manera. Dios efectivamente arriesgó algo creándonos seres libres. El arriesgó que algunos rechazasen su amor. Pero pagó el precio. Fuimos redimidos en un mundo caído donde la justicia y la misericordia van lado a lado. Dios prefirió algo que nada. Esta es la razón de nuestra existencia con el ofrecimiento de vida eterna si respondemos a su invitación. Tal es el drama del mundo en el cual vivimos. Somos el riesgo de Dios. Aquellos que rechazan el don de la gracia, sea cuantos fueren, son responsables de su elección. Dios no puede quitarles eso. Este es el límite de la divina misericordia.
Fr. James V. Schall, S.J., es Profesor de Filosofia Politica en la Georgetown University.Es autor de numerosos libros sobre temas sociales, espiritualidad, cultura y literatura incluyendo Another Sort of Learning, Idylls and Rambles, A Student's Guide to Liberal Learning, The Life of the Mind (ISI, 2006), The Sum Total of Human Happiness (St. Augustine's Press, 2007), The Regensburg Lecture (St. Augustine's Press, 2007), y The Mind That Is Catholic: Philosophical and Political Essays (CUA, 2008). Su libro mas reciente publicado por Ignatius Press es The Order of Things (Ignatius Press, 2007). Su nuevo libro The Modern Age, se consigue en St. Augustine's Press. Invito leer mas en su pagina web.
Juan Pablo II sostiene que los límites del mal los delimita la Divina Misericordia. Que significa esto? Ello no implica que todo el mundo se salve automáticamente por la divina misericordia que disculpará todo pecado. No es así sino que perdonará todo pecado que pueda ser perdonado, pero allí está el tema. El perdón esta sujeto al arrepentimiento. Lo nuevo en el mundo merced a la Encarnación fue precisamente que los pecados son perdonados en principio debido al sacrificio de Cristo. Debido a que el era Dios y hombre a la vez, el sólo se eximió de la atrocidad del pecado.
En el concepto clásico de castigo que encontramos en Platón y Aristóteles, vemos que el propósito del castigo, particularmente el castigo voluntario, era restaurar el orden que quebramos con nuestros pecados. Platón llega a decir que nosotros deberíamos querer ser castigados y que somos incompletos sin ello. El castigo voluntario es señal que reconocemos nuestra parte en haber puesto desorden en el mundo.
Platón también sostiene que si cometemos un crimen contra alguien, esa acción solo puede ser perdonada por aquel contra quien cometimos el delito o pecado. Lo que el cristianismo agrega a este principio es que todo pecado también es una ofensa contra Dios. Es por eso que no podemos restaurar el orden por nuestros propios medios.
El Cristianismo combina ambas partes. El sacrificio de Cristo expía la ofensa contra Dios y el reconocimiento público restaura la validez de la ley que voluntariamente rompimos. Mas aun, Dios puede perdonar nuestros pecados, nosotros podemos sufrir un castigo, pero aquel contra quien pecamos aun puede no perdonarnos. Este rechazo no es nuestro problema. La disposición de perdonar también esta incluida en la revelación como una de nuestras propias responsabilidades.
Los límites de la divina misericordia están entonces en lo que Dios puede perdonar. El no puede perdonar lo que no se pide o reconoce. Si el nos “impusiera” el perdón dejaríamos de ser libres. Esto negaría todo el drama de nuestra libertad y sus consecuencias. Dios puede responder al mal con el bien. También nosotros. La divina misericordia amplia el alcance de la relación de Dios con nosotros. Pero esa ampliación incluía la redención en la Cruz. Dios respondió al desorden humano inicial echando a Adán y Eva del Paraíso. Ellos perdieron el camino a Dios que les era ofrecido. Pero se les prometió y finalmente dio un segundo camino, uno que seguía respetando su libertad permaneciendo vigentes las consecuencias.
Los límites de la divina misericordia están establecidos entonces por lo que ni Dios puede hacer. El no puede hacernos libres y después hacernos no-libres. Lo que puede hacer es hacernos libres y cuando abusamos de nuestra libertad ofrecernos un camino para restaurar la ley o el amor que hemos violado. Pero aun así, depende de nosotros. Dios puede brindarnos un ejemplo de lo que cuestan nuestros pecados. Pero no puede obligarnos a verlo o admitir nuestra participación en el.
Hubiese sido mejor para Dios no habernos creado? De ninguna manera. Dios efectivamente arriesgó algo creándonos seres libres. El arriesgó que algunos rechazasen su amor. Pero pagó el precio. Fuimos redimidos en un mundo caído donde la justicia y la misericordia van lado a lado. Dios prefirió algo que nada. Esta es la razón de nuestra existencia con el ofrecimiento de vida eterna si respondemos a su invitación. Tal es el drama del mundo en el cual vivimos. Somos el riesgo de Dios. Aquellos que rechazan el don de la gracia, sea cuantos fueren, son responsables de su elección. Dios no puede quitarles eso. Este es el límite de la divina misericordia.
Fr. James V. Schall, S.J., es Profesor de Filosofia Politica en la Georgetown University.Es autor de numerosos libros sobre temas sociales, espiritualidad, cultura y literatura incluyendo Another Sort of Learning, Idylls and Rambles, A Student's Guide to Liberal Learning, The Life of the Mind (ISI, 2006), The Sum Total of Human Happiness (St. Augustine's Press, 2007), The Regensburg Lecture (St. Augustine's Press, 2007), y The Mind That Is Catholic: Philosophical and Political Essays (CUA, 2008). Su libro mas reciente publicado por Ignatius Press es The Order of Things (Ignatius Press, 2007). Su nuevo libro The Modern Age, se consigue en St. Augustine's Press. Invito leer mas en su pagina web.
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