"Todo cristiano, en efecto… es esencialmente un apóstol decía el Siervo de Dios Juan Pablo II en el Ángelus del 2 de agosto de 1987.
Lo consideraba un “noble privilegio” que lo “compromete a cumplir personal y comunitariamente todo esfuerzo para que se realice lo que invoca cuando reza: "Venga a nosotros tu reino".
Y agregaba que ya el Concilio Vaticano II había “puesto claramente de relieve el valor del apostolado asociado, subrayando que "responde adecuadamente a las exigencias humanas y cristianas de los fieles y es al mismo tiempo signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia" (Apostolicam actuositatem, 18)”
Continuaría aclarando que “ el Concilio ha tratado ampliamente sobre la necesidad y sobre las características de la formación para el apostolado que "exige no sólo el continuo progreso espiritual y doctrinal del mismo seglar, sino también las diversas circunstancias, personas y deberes a los que tiene que acomodar su actividad" (Apostolicam actuositatem, 28).
Y señalaba que “la asociación de los fieles laicos con finalidad apostólica no tiene nada que ver con una táctica pasajera, sino que constituye fundamentalmente la respuesta obligada, personal y comunitaria, a la vocación cristiana”.
En el Angelus del domingo 30 de agosto de 1987 resaltaba nuevamente la importancia de esta comunión citando el documento conciliar "La acción de los seglares dentro de las comunidades de la Iglesia ―leemos en el Decreto sobre el Apostolado de los laicos― es tan necesaria, que sin ella el propio apostolado de los Pastores no puede conseguir la mayoría de las veces plenamente su efecto" (Apostolicam actuositatem, 10). Se trata, por así decir, de una prolongación indispensable del servicio que prestan los presbíteros”
En el Angelus del domingo 30 de agosto de 1987 resaltaba nuevamente la importancia de esta comunión citando el documento conciliar "La acción de los seglares dentro de las comunidades de la Iglesia ―leemos en el Decreto sobre el Apostolado de los laicos― es tan necesaria, que sin ella el propio apostolado de los Pastores no puede conseguir la mayoría de las veces plenamente su efecto" (Apostolicam actuositatem, 10). Se trata, por así decir, de una prolongación indispensable del servicio que prestan los presbíteros”
El Siervo de Dios Juan Pablo II habia desarrollado una serie de catequesis durante el año a partir de febrero de 1987 sobre la importancia de los laicos en la Iglesia. Los Obispos continuarían reflexionando durante todo un mes en el Sínodo de 1987 bajo el tema “Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo a los veinte años del Concilio Vaticano II, Sinodo que el Siervo de Dios Juan Pablo II ya habia confirmado publicamente en el Angelus del 1ro de febrero.
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