Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 11 de octubre de 2013

Aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II – 11 de octubre de 1962 y la nueva evangelización



Se cumplen 51 años de la apertura de aquel “sueño” de aggiornamento inaugurado porel Papa Juan XXIII, un Papa considerado de “transición” quien tuvo,  sin embargo el coraje de emprender una iniciativa ciclópea para la época, convocando a toda la Iglesia a  una tarea que fue luego continuada por el Papa Pablo VI,  el Beato Juan Pablo II, fiel discípulo y  maestro del Concilio,  y Benedicto XVI  y aún sigue interpelando a fieles y eclesiásticos. El Papa Francisco a poco de iniciar su pontificado en su homilía del 16 de abril en la capilla Santa Marta “advirtió que no se ha cumplido con todo lo que el Espíritu Santo pidió en el Concilio Vaticano II porque se ha preferido mayormente ceder a la tentación de la comodidad que seguir lo que inspiró Dios a los padres conciliares”.(ACI/EWTN)

El 11 de octubre de 1992, al cumplirse 30 años de aquel comienzo,  América Latina festejaba su propio aggiornamento el de la nueva evangelización,  con la visita apostólica del Papa Juan PabloII a Santo Domingo para la celebración de los 500 años de historia cristiana que el Papa recordaba en el Ángelus con estas palabras:

“La llegada del Evangelio de Cristo a las Américas lleva el sello de la Virgen María. Su nombre y su imagen campeaban en la carabela de Cristóbal Colón, la «Santa María», que hace cinco siglos arribo al nuevo mundo. Ella fue «Estrella del mar» en la arriesgada y providencial travesía del océano que abrió insospechados horizontes a la humanidad. La tripulación de las tres carabelas al despuntar el día del descubrimiento, la invocó con el canto de la Salve Regina. Era un 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, memoria tradicional de las primicias de la llegada del Evangelio a España, lo cual representaba el signo providencial de que la evangelización de América se realizaba bajo la protección de la Madre de Dios.
Los quinientos años de historia cristiana de América están marcados por la presencia de María, que desde los albores de la evangelización, encarnó los valores culturales de los pueblos del continente, como vemos en la Virgen del Tepeyac. Cada santuario y cada altar, con sus nombres entrañables y sus títulos pintorescos, con sus imágenes sencillas, cargadas de devoción y de misterio, son la memoria de una particular predilección de María por cada nación y cada pueblo. En cada santuario se renueva el pacto de amor de la Virgen con sus hijos de América. Esa profunda devoción a la Madre de Jesús es una nota distintiva de su catolicidad, es garantía de su perseverancia en la fe verdadera, de su comunión eclesial y de su unidad espiritual.”

Al día siguiente en su discurso inaugural de la IVConferencia General del Episcopado Latinoamericano el Papa Juan Pablo II recordaba la apertura de la segunda sesión conciliar con una plegaria:
“Mirando a Cristo, «fijando los ojos en el que inicia y completa nuestra fe: Jesús»,[5] seguimos el sendero trazado por el Concilio Vaticano II, del que ayer se cumplió el XXX aniversario de su solemne inauguración. Por ello, al inaugurar esta magna Asamblea, deseo recordar aquellas sentidas palabras pronunciadas por mi venerable predecesor, el Papa Pablo VI, en la apertura de la segunda sesión conciliar:

«¡Cristo! 
Cristo, nuestro principio. 
Cristo, nuestra vida y nuestro guía. 
Cristo, nuestra esperanza y nuestro término... 
Que no se cierna sobre esta asamblea otra luz que no sea la de Cristo, luz del mundo. 
Que ninguna otra verdad atraiga nuestra mente fuera de las palabras del Señor, único Maestro. 
Que no tengamos otra aspiración que la de serle absolutamente fieles. 
Que ninguna otra esperanza nos sostenga, si no es aquella que, mediante su palabra, conforta nuestra debilidad...». “



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