Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 9 de octubre de 2013

Sor Faustina Secretaria y apóstol de la Divina Misericordia (3 de 11)



 “Entrando en la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, Sor Faustina se envolvió en el carisma que consistía en llevar la misericordia a las mujeres y adolescentes caídas moralmente, mediante la renovación moral. La vida en el convento la dispuso y le aseguró las medidas necesarias para entrar en el camino de un don mayor que era la misión de transmitirle al mundo el Mensaje de la Divina Misericordia. Paradójicamente, Sor Faustina encerrada entre los muros de un convento, se ha convertido para el mundo en la Apóstol de la Misericordia de Jesús (Diario, 1142). El Salvador en persona la convirtió en el testigo (Diario 417,689), dispensadora (Diario 570) y una Secretaria personal de la Misericordia. Obsequiándola generosamente con múltiples gracias y dones, Jesús esperaba que ella se ofreciese como víctima en el altar de la Misericordia y ella Le dio, con magnanimidad, su consentimiento: Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los ángeles, ante la Santísima Virgen María, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como víctima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.
Esbozando las líneas básicas del perfil espiritual de Sor Faustina, en primer lugar hay que indicar la espiritualidad de su infancia (Diario 1481). En la formación religiosa, tomó las recomendaciones básicas de la confianza infantil, la sencillez y las limitaciones personales (Diario 55). Sus encuentros místicos con Dios se caracterizan por experimentar y sentir Su paternidad (Diario, 27 103, 451l, 629, 709,1818), y también la maternidad de Dios (Diario 116, 249, 1479, 1490), cuyo eco fue la forma en la que Jesús se dirigía hacia ella, con las palabras hija mía y niña. El Salvador esperaba de ella la actitud infantil, lo que subrayó, explicándole los motivos de su aparición como un Niño (Diario 335, 1481): comparar con Diario 1109). Esta actitud la preparó a unirse íntimamente con la Trinidad: Una vez, después de la Santa Comunión, oí estas palabras: Tú eres nuestra morada. En aquel momento sentí en el alma la presencia de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, me sentía el templo de Dios, sentía que era hija del Padre (Diario 451). La experiencia de una noche oscura la dirigió hacia el camino de humildad y confianza, gracias a ello, al conocer su propia miseria, se abrió a una inmersión más atrevida en las profundidades de la Misericordia de Dios. La pobreza espiritual, vivida por ella más de lo que es el cumplimiento de los votos monásticos, fue el resultado de la purificación espiritual que la dejó desnuda frente a un afecto hacia todos los bienes de la creación. Junto con la humildad, esta pobreza la encaminaba para que adoptara las experiencias místicas más profundas, como el vuelo del espíritu (Diario 142, 34, 450), luz del conocimiento (Diario 180, 232, 727, 757) o herida del amor (Diario 1304). Desde su punto de vista el deseo de la Unión, e incluso, la identificación con Jesùs, son indescriptiblemente fervorosos.”

(de la ponencia del Arzobispo Władysław Ziółek (Lødz, Polonia) en el II Congreso Mundial de la Divina Misericordia, celebrado en Cracovia en octubre de 2011) 

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