Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 30 de septiembre de 2022

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz «Diveni Amoris Scientia»

 


El 19 de octubre de 1997 Juan Pablo II  proclama doctora de la Iglesia universal a santa Teresa dle Niño Jesus y de la Santa Faz 

de la homilía de Juan Pablo II

…“Ante todo, se constata la existencia de un particular carisma de sabiduría. En efecto, esta joven carmelita, sin una especial preparación teológica, pero iluminada por la luz del Evangelio, se siente instruida por el Maestro divino que, como ella dice, es «el Doctor de los doctores» (Ms A 83 v), el cual le comunica las «enseñanzas divinas» (Ms B 1 r)”…


… ”Siente que en ella se han cumplido las palabras de la Escritura: «El que sea sencillo, venga a mí...; al pequeño se le concede la misericordia» (Ms B 1 v; cf. Pr 9, 4; Sb 6, 6) y sabe que ha sido instruida en la ciencia del amor, oculta a los sabios y a los inteligentes, que el Maestro divino se ha dignado revelarle a ella, como a los pequeños (cf. Ms A 49 r; Lc 10, 21-22)”…


…”Con la infancia espiritual experimentamos que todo viene de Dios, a él vuelve y en él permanece, para la salvación de todos, en un misterio de amor misericordioso. Ese es el mensaje doctrinal que enseñó9”…


…”La fuente principal de su experiencia espiritual y de su enseñanza es la palabra de Dios, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Ella misma lo confiesa, especialmente poniendo de relieve su amor apasionado al Evangelio (cf. Ms A 83 v). En sus escritos se cuentan más de mil citas bíblicas: más de cuatrocientas del Antiguo Testamento y más de seiscientas del Nuevo. y vivió esta santa”…


…”El "caminito" es el itinerario de la "infancia espiritual". Hay en él algo único, un carácter propio de santa Teresa de Lisieux. En él se encuentra, al mismo tiempo, la confirmación y la renovación de la verdad más fundamental y más universal. ¿Qué verdad hay en el mensaje evangélico más fundamental y más universal que ésta: Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos?» (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 15)”…

 

Invito visitar:

Carta Apostolica de San Juan Pablo II Divini Amoris Scientia con la que se declara doctora de la Iglesia Universal a Santa Teresa del Niño Jesus y de la Santa Faz


 

jueves, 29 de septiembre de 2022

Adam Boniecki – breve reseña de un sacerdote-periodista autor de la Cronología de la vida de Karol Wojtyla

 


Adam Boniecki es el autor de The making of the Pope of the MillenniumKalendarium of the life of Karol Wojtyla – versión ingles) una cronología – “una especie de crónica” de actividades del dia a dia en la vida de Karol Wojtyla desde su natal Wadowice hasta su pontificado, en la cual trabajó los años 1978/1979. Debemos considerar que eran años de estricto socialismo (asi lo llama el) o comunismo, y que no contaba con  tecnología alguna, donde hasta  para  hablar por teléfono debía irse a la oficina de correos y exponerse a ser controlado. Todo lo que tenia era una grabadora, una máquina de escribir y un Fiat 126,  para manejarse por toda Polonia buscando y verificando información.  Antes de llevar a cabo la publicación la obra debía ser sometida a la Oficina de Control de Prensa. Terminado el trabajo resulto ser que los censores exigían el retiro de  ciertos fragmentos del texto, a lo cual tanto el autor como la editora Znak se negaron.  Después de fuertes discusiones, solicitudes y presiones finalmente las autoridades permitieron que el libro fuera publicado con motivo del 2do viaje de Juan Pablo II a Polonia en 1983, pero antes debió lucharse para obtener  papel para la publicación, pues no se permitía impresión alguna sin antes haber presentado las solicitudes pertinentes para la obtención del papel.   Además no se obtuvo permiso para vender el libro en librerías, tan solo podían venderlo por los canales de la Iglesia disponibles. No obstante la primera edición de 40.000 ejemplares se agotó en días.   Reconoce y se disculpa el autor que no tuvo acceso a toda la documentación que hubiera deseado y que utilizó  dos tipos de fuentes: documentos y testimonios orales personales,  cuidando de no publicar anécdotas demasiado “compradoras”  o quizás producto de la imaginación,  y experiencias de terceros (haberlo escuchado – me dijeron que tal cosa) y  la obra comprende anécdotas personales muy valiosas contadas en primera persona.

Adam Boniecki, o más bien Adam Fredro-Boniecki Nació el 25 de julio de 1934 en el Palacio de Potworów (en Mazovia) en una familia de la nobleza terrateniente del escudo de armas Bończa. Una familia emparentada con las grandes familias polacas de los Tyszkiewicz, Wielowieyski, Morstins y Łosiów. Esta infancia pacífica y ordenada se ve interrumpida por la guerra y su primera experiencia fuerte  fue la pérdida de su padre en 1944 cuando los alemanes irrumpen en el Palacio de Potworów  y se lo llevan para no volver a verlo nunca más. (Agnieszka Dajbor). 

 A los dieciocho años Boniecki ingresó en la Congregación de los Padres Marianos y en esa congregación fue  ordenado sacerdote. Estudió filosofía en la Universidad Católica de Lublin. Trabajó con los jóvenes como catequista de estudiantes de secundaria en Grudziądz y  cooperó con la capellanía académica de la Universidad Católica de Lublin. 

En 1964, por invitación del obispo Karol Wojtyła, comenzó a trabajar en Cracovia como editor de Tygodnik Powszechny. Dirigió la capellanía académica en Santa Ana en Cracovia. Fue a Francia durante dos años, donde estudió en el Instituto Católico de París.  Desde Francia, escribió para Tygodnik Powszechny sobre el nuevo rostro de la Iglesia.

Después de su regreso, continuó trabajando como editor de Tygodnik Powszechny y capellán académico. En 1979, a petición de Juan Pablo II partió para Roma. Allí preparó la edición polaca del diario "L'Osservatore Romano", y más tarde se convirtió en su editor en jefe. Sin embargo, no dejó de trabajar con Tygodnik Powszechny como su  corresponsal en Roma.

Acompañó a Juan Pablo II en numerosos viajes. En 1991, después de la caída del comunismo, el P. Boniecki volvió a la redacción de Tygodnik Powszechny. 
De 1999 a 2011, el P. Adam Boniecki fue editor en jefe de Tygodnik Powszechny.
A pesar de su retiro en 2011, continuo activo y como  editor senior continuo publicando en   Tygodnik.  A partir de noviembre de 2011, cuando el Superior Provincial de la Congregación de los Padres Marianos le impuso el silencio,  Tygodnik fue el único medio por el cual podía expresarse, quien siempre se sintió periodista. Esa prohibición duro tan solo unos meses, aunque luego volvió a recibirla en 2017. 

Boniecki  se mantuvo siempre  públicamente activo y expuesto ofreciendo conferencias y participando en debates y encuentros,  representando el periodismo religioso, confesional y espiritual y - al igual que Juan Pablo II, quien le era muy cercano y a quien dedico varias publicaciones, incluido el Calendario de vida -   apreciaba la importancia de las redes sociales en la evangelización.  El espectro de sus intereses fue siempre multifacético, ha escrito cientos de artículos y numerosos libros  (ver algunas de sus publicaciones)  y recibido cantidades de reconocimientos y premios. 

 Agnieszka Dajbor ha escrito un interesante comentario celebrando su 88 cumpleaños.

Indudablemente Boniecki es  un personaje extremadamente interesante intelectual y espiritualmente, original y también controvertido; sin embargo gran buscador de la verdad y como el mismo explica en la introducción de la valiosísima fuente de información del Kalendarium  - crónica de la vida de Karol Wojtyla hasta su nombramiento como Pontífice - su interés en dedicarse a la obra fue debido a la aparición de cantidades de biografías  sin sentido  que iban apareciendo sobre el nuevo Papa. Sentía que esas biografías “fabricadas” no hacían justicia a la real, y por otro lado se preguntaba cual era la biografía real?  Y así comenzó a dedicarse a la investigación para descubrir la historia de la vida del nuevo Papa a quien le parecía que conocía bastante bien, y sin embargo resulto ser “una aventura fascinante, una aventura llena de sorpresas”

 

 

martes, 27 de septiembre de 2022

Jerzy Turowicz

 

(foto de Wikipedia)

Jerzy Turowicz (1912-1999) fue uno de los miembros fundadores de Tygodnik Powszechny, columnista de renombre y director hasta 1999.

Nacido en Cracovia en 1912, estudio historia y filosofía en la Universidad Jaguellonica. En su juventud participo activamente en los centros académicos católicos y cristianos. Durante la ocupación nazi, tomo parte en actividades culturales clandestinas. Intelectual carismático, de personalidad cautivante, Turowicz fue durante décadas una suerte de guía espiritual de la oposición polaca democrática durante la era comunista y su semanario voz lider independiente. Hasta 1969 Turowicz fue miembro de la comisión del Episcopado polaco en temas apostólicos de los laicos y en el crucial año 1981 miembro del Consejo social del Primado. Turowicz fue además agudo observador y critico del gobierno democrático de la Polonia post comunista, advirtiendo sobre el peligro de nacionalismos y abogando por mejorar las relaciones polaco-alemanas. Escribió también sobre el rol de la Iglesia en la vida pública. En 1992, el entonces presidente Lech Walesa, lo condecoro con la Cruz de Mando y la Estrella de la Orden “Polonia Restituta”. Recibió además distinciones del papa Juan Pablo II, de la Universidad de Yale y el Boston Collage.

 Debido a su enfoque tenaz y su visión perspicaz en tiempos de crisis políticas, Turowicz llego a ser una autoridad moral “intocable”, moralidad que extrapoló concienzudamente en su liderazgo de Tygodnik Powszechny. A partir de 1999 y hasta 2011, y cumpliendo sus deseos, el editor en jefe del Semanario fue el sacerdote Adam Boniecki.

Karol Wojtyla, ensayista novel

 


En medio de la ocupación nazi de Polonia el Principe Adam Sapieha habia subdividido grandes parroquias en parroquias mas pequeñas, acercándolas a la gente. Había reformado el seminario, insistiendo en una formación teológica mas profunda y continuaba planeando para el futuro: publicar un diario católico : Tygodnik Powszechny (Semanario Universal) poniendo como director al joven periodista Jerzy Turowicz. y nombrando como “colaborador para temas eclesiales” al sacerdote Jan Piwowarczyk, antes rector del Seminario.


En las vacaciones de 1941 , con la venia del cardenal Sapieha, su “protegido” Karol Wojtyla - a quien había enviado a Roma a proseguir sus estudios – junto con Stanislaw Starowieyski realizarían unas vacaciones particulares, “vacaciones apostólicas” podría decirse y que dieran origen al primer articulo de Karol Wojtyla a ser publicado en el semanario Tygodnik Powszechny.

 

Y así a principios de 1949 Jerzy Turowicz, su director, recibía la visita del joven sacerdote Wojtyla, con su artículo bajo el brazo. Turowicz lo recibió amablemente sin prometer nada. Estaba ya habituado a recibir cantidades de artículos y ensayos del clero local que deseaba hacer conocer sus escritos. Sin embargo – dice Weigel, - al leer Turowicz el articulo se mostró interesado, hasta podría decirse entusiasmado. Y el articulo no tardaría en publicarse en aquel semanario que “debido a la calidad literaria y su dinamismo intelectual era el mejor periódico de la Polonia comunista, la fuente más fiable” .



Mision de France” el “ensayo inaugural” de Karol Wojtyla para el periódico, constituía un análisis críticamente favorable al movimiento del sacerdote obrero como respuesta pastoral innovadora a las desesperadas circunstancias del catolicismo francés de posguerra, siempre foco de interés para los intelectuales católicos polacos. Karol Wojtyla había quedado impresionado – diría el miso en Don y Misterio “por el vigor de la Iglesia y el ministerio pastoral de la Iglesia en Francia entonces. “Misión de France” fue publicado en primera plana del Semanario el 6 de marzo de 1949. “un prestigioso debut para un principiante” según Weigel.


El segundo ensayo del padre Wojtyla en Tygodnik Powszechny fue su tributo a Jan Tyranowski, titulado “Apóstol”. Luego continuaría colaborando con ensayos y escritos bajo los seudonimos: Andrzej Jawien y Stanislaw Andrzej Gruda.


Turowicz - quien en 1983 se negó a publicar dos homilías del Papa Juan Pablo II antes que publicarlas mutiladas como le exigía la censura. - comentaría muchos años mas tarde que Wojtyla empezó a colaborar con la revista desde muy joven y lo continuo haciendo hasta antes del cónclave.


(Fuente: George Weigel: Testigo de esperanza,  Plaza & Janes Editores, 1999

 

jueves, 22 de septiembre de 2022

El cardenal Deskur (amigo de Karol Wojtyla) revela la relación entre Wojtyla y el Padre Pio

 


Wlodzimierz Redzioch / La Brújula Cotidiana entrevista al director de Padre Pio TV, Stefano Campanella, que recogió en su momento las confidencias de Deskur 

 

 (…)

¿Qué papel jugó el cardenal Deskur en las relaciones entre Juan Pablo II y el Padre Pío?
El 30 de enero de 2004 tuve el honor de entrevistar al cardenal Deskur en su apartamento en el Vaticano y preguntarle sobre la relación entre Juan Pablo II y el Padre Pío. El cardenal fue testigo directo de algunos de los acontecimientos que unen al Papa y al fraile y es también una persona que pudo recoger otros hechos de la voz de Juan Pablo II, porque estaba vinculado al Santo Pontífice por una profunda y larga amistad que había comenzado en el seminario de Cracovia. Deskur me dijo que los compañeros del seminario de Wojtyla se dieron cuenta de que estaban tratando con un joven especial. Descubrieron, de hecho, que tenía el don de la “contemplación infusa”: “Durante la hora de meditación todos se giraban, mirando quién entraba y quién salía. Él era el único que nunca se movía”. Deskur también reveló que Wojtyla siempre fue “muy reservado en todo lo relacionado con su vida espiritual”.

 

Tras el seminario, los caminos de Deskur y Wojtyla se separaron.
Sí, pero se volvieron a ver durante los años del Concilio Vaticano II. Monseñor Deskur –que en 1952 había sido llamado al servicio de la Santa Sede con el cargo de Subsecretario de la Comisión Pontificia de Cinematografía, Radio y Televisión- tenía asignado un apartamento en el Vaticano, donde ocasionalmente alojaba a su amigo el Arzobispo de Cracovia. Una noche, por casualidad, Deskur encontró al futuro Papa en la habitación que se usaba como capilla. Estaba tendido en el suelo frente al tabernáculo, con los brazos abiertos en forma de cruz, profundamente inmerso en la oración. Esta forma de sumergirse en un profundo diálogo con el Señor continuó incluso después de su elección al trono papal. Quienes han leído la Positio de la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II también han contado que al menos dos testigos dijeron que habían visto al Pontífice en una oración tan intensa que parecía un diálogo con alguien invisible que estaba antes que él: una vez en los Jardines Vaticanos y la otra ante la Virgen Negra de Czestochowa.

 

El primer episodio que vincula a Wojtyla, Padre Pío y Deskur también se remonta al período del Concilio.
Sí, porque en noviembre de 1962 monseñor Wojtyla, que estaba en Roma, recibió la noticia de la grave enfermedad de Wanda Poltawska, su hija espiritual y amiga. Entonces Wojtyla se acordó del Padre Pío, al que ya había conocido en 1948, y pensó en pedirle oraciones por la mujer, madre de cuatro hijas. Fue el mismo Deskur quien le permitió establecer correspondencia con el Padre Pío. El 17 de noviembre de 1962 Wojtyla le escribió una primera carta, que Deskur envió a San Giovanni Rotondo a través del mecanógrafo de la Secretaría de Estado, Angelo Battisti, que era hijo espiritual del Padre Pío. Battisti hizo llegar la carta al Padre Pío, quien después de haber leído el contenido pronunció la famosa frase: “No se le puede decir que no a esto”. Unos días más tarde, antes de la cirugía programada para eliminar la masa neoplástica, la mujer se sometió a un nuevo examen diagnóstico que mostró que el tumor había desaparecido completamente. Esta noticia llegó inmediatamente a Wojtyla, que se sintió obligado a dar las gracias al Padre Pío: el 28 de noviembre escribió la segunda carta que, de nuevo a través de monseñor Deskur y Battisti, fue entregada al Padre Pío. En esa ocasión el fraile dijo: “¡Alabado sea el Señor!”. Y le dio las dos cartas a Battisti, añadiendo: “Guarda estas cartas”. El empleado del Vaticano las puso en un cajón y las encontró por casualidad en el mismo mes y año en que el obispo que las había escrito se convirtió en Papa con el nombre de Juan Pablo II.

 

(…)

Gracias al cardenal Deskur pudo descubrir muchos hechos extraordinarios sobre Juan Pablo II y su relación con el Padre Pío.
Deskur me contó sólo una parte de las cosas que sabía porque, como explicó, “otras cosas las he conocido a través de la confesión y no puedo contarlas”. Pero entre las cosas que me dijo había algunas muy significativas. Un día monseñor Jozef Michalik le preguntó al Papa algo más sobre su relación con el Padre Pío. Y Juan Pablo II le habló de una relación especial desde el principio. Cuando en los primeros días de abril de 1948 el joven sacerdote Wojtyla fue a San Giovanni Rotondo, el sacerdote capuchino le reveló lo que no le había confiado y no confiaría nunca a nadie, ni siquiera de sus confesores, y es que además de las cinco heridas de los estigmas y la de la transverberación, tenía también una sexta herida en el hombro, como la que Jesús sufrió llevando la cruz o el patibulum en el camino del Calvario. Era la plaga “que más dolía”, porque había “supurado” y nunca había “sido tratada por los médicos”.

 

En ese momento no pude publicar más, pero cuando Juan Pablo II fue beatificado, me sentí libre de publicar otras revelaciones: la primera, de la que ya he hablado, es el don de la contemplación infusa. El otro concierne a Nuestra Señora de Fátima. En 1997 Deskur fue a Coimbra, por mandato de Juan Pablo II, para reunirse con la hermana Lucía y preguntarle si el acto de consagración a María en 1984, hecho junto con todos los obispos del mundo, se había hecho de la manera deseada por Nuestra Señora. Al final de la entrevista, después de recibir las garantías solicitadas, el cardenal preguntó a la religiosa si debía “informar de algo al Santo Padre” en nombre de Nuestra Señora. Y sor Lucía respondió: “No es necesario, porque la Virgen le habla directamente”. Y esto es una confirmación más del carácter místico de Juan Pablo II.

Memoria litúrgica de San Pio de Pietrelcina

 


Vaya  esta pequeña reflexión suya del librito Buenos días… (Un pensamiento para cada día del año) para la celebración de la memoria litúrgica de este gran santo:

 “La vida no es otra cosa que una contnua reacción contra uno  mismo, y no se are a la belleza, si no es a precio de sufrimiento. Manteneos siempre en compañía de Jesús en Getsemani y el sabra confortaros cuando os lleguen las horas de angustia-“

y mi invitación a visitar los posts ya publicados en este blog y los enlaces recomendados. Perdón si hay alguno que se superponga.

 Benedicto XVI en San Giovanni Rotondo

Mis dias en Romna (5) con Pietrelcina

Carta de Mons. Wojtyla al Padre Pio

Padre Pio de Pietrelcina – canonización

Juan Pablo II, el santo Padre Pio y mi visita a San Giovanni Rotondo

 

enlaces recomendados:

San Pio de Pietrelcina franciscano capuchino

Teleradio Padre Pio

SanPio de Pietrelcina, San Giovanni Rotondo 

FratiMinori Cappuccini, San Giovanni Rotondo l

CappucciniPietrelcina 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

La vida es bella porque es un don de amor- Filippo Morlacchi

 


“La vida es bella” se titula una película famosa ambientada en el trágico marco de un campo nazi. Si, también en las condiciones más inhumanas, el hombre sabe – o quizás siente, percibe, de alguna manera intuye – que la vida es un bien precioso, si bien a menudo amasada entre dolor y lágrimas. Esta sana toma de conciencia – que la vida es en sí misma un bien – hoy parece nublarse en la conciencia de algunas personas. Existen fuertes presiones que conminan a pensar que solamente una vida “cualitativamente gratificante” puede ser considerada “bella” y por ende digna de ser vivida. El valor de la vida esta en riesgo de sufrir «una especie de “eclipse”, aun cuando la conciencia no deje de señalarlo como valor sagrado e intangible» (Evangelium vitae, n11)

 ¿Porque la vida humana siempre debe ser considerada un bien? La respuesta de la fe es clara y luminosa: porque viene de Dios y a Dios retorna. «La vida que Dios da al hombre es original y diversa de la de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre, aunque proveniente del polvo de la tierra, es manifestación de Dios en el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria» (EV, n34). De igual manera «el destino de comunión con Dios en su conocimiento y amor» (EV, n38) o sea su vocación eterna, convierte toda vida humana en don para acoger con respeto y custodiar con amor. Y permanece por siempre, aun cuando su fragilidad es más tangible, y la tentación de apoderarse de ella desafiante.

El deber primordial de caridad del cristiano, en medio de la confusión de nuestro tiempo, es hablar con claridad, aun a costo de ser impopulares. «Se requiere,  más que nunca,  el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño». (EV 58)  Ninguna formula políticamente correcta, ningún juego de palabras, ninguna perífrasis “sanitaria” podrán convertir jamás la supresión deliberada de una vida humana en un acto irrelevante, o – peor aun – en un derecho adquirido. Ninguna supuesta “buena intención” por ejemplo, la de suprimir el sufrimiento – ninguna legitimación burocrática, ningún artículo de ley estará jamás en condiciones de convertir en moralmente bueno un acto intrínsecamente malo.

Esta forma de “resistencia cultural” si bien necesaria, no es suficiente, sin embargo, para promover en dirección positiva una nueva “cultura de la vida”. Hace falta también un testimonio concreto de amor. El Señor nos ha dado el ejemplo, anticipando voluntariamente en la Eucaristía el ofrecimiento de su vida por el mundo, ofrecimiento realizado después en modo definitivo en la cruz.  Solamente si también nosotros sabremos hacer de nuestra vida un don consciente de amor lograremos hacer comprender a nuestros contemporáneos que la vida – toda vida – viene del amor, que lleva el sello y la esencia, y es en si misma don de amor, y como tal es siempre acogida y custodiada.  La celebración del Evangelio de la vida debe realizarse sobre todo en la existencia cotidiana, vivida en el amor por los demás y en la entrega de uno mismo.  Así, toda nuestra existencia se hará acogida autentica y responsable del don de la vida y alabanza sincera y reconocida a Dios que nos ha hecho este don.

En este contexto, rico en humanidad y amor, es donde surgen también los gestos heroicos. Estos son la celebración más solemne del Evangelio de la vida, porque lo proclaman con la entrega total de si mismos. Son la elocuente manifestación del grado más elevado del amor que es dar la vida por la persona amada (Jn, 15,13), son la participación en el misterio de la Cruz, en la que Jesus revela cuánto vale para El la vida de cada hombre y como esta se realiza plenamente en la entrega sincera de si mismo. Mas allá de casos clamorosos, está el heroísmo cotidiano, hecho de pequeños o grandes gestos de solidaridad que alimentan una autentica cultura de la vida. (EV, 86)  Aquí estamos comprometidos todos. EL anuncio del “Evangelio de la vida” comprende también nuestras decisiones.

 

(publicado en Totus Tuus, revista de la Postulación, Nr 1 Ene/Feb 2010)  

 

lunes, 19 de septiembre de 2022

Benedicto XVI: ataques a la vida

 


 (…) El cristiano está continuamente llamado a movilizarse para afrontar los múltiples ataques a que está expuesto el derecho a la vida. Sabe que en eso puede contar con motivaciones que tienen raíces profundas en la ley natural y que por consiguiente pueden ser compartidas por todas las personas de recta conciencia.

Desde esta perspectiva, sobre todo después de la publicación de la encíclica Evangelium vitae, se ha hecho mucho para que los contenidos de esas motivaciones pudieran ser mejor conocidos en la comunidad cristiana y en la sociedad civil, pero hay que admitir que los ataques contra el derecho a la vida en todo el mundo se han extendido y multiplicado, asumiendo nuevas formas.

Son cada vez más fuertes las presiones para la legalización del aborto en los países de América Latina y en los países en vías de desarrollo, también recurriendo a la liberalización de las nuevas formas de aborto químico bajo el pretexto de la salud reproductiva:  se incrementan las políticas del control demográfico, a pesar de que ya se las reconoce como perniciosas incluso en el ámbito económico y social.

Al mismo tiempo, en los países más desarrollados aumenta el interés por la investigación biotecnológica más refinada, para instaurar métodos sutiles y extendidos de eugenesia hasta la búsqueda obsesiva del "hijo perfecto", con la difusión de la procreación artificial y de diversas formas de diagnóstico encaminadas a garantizar su selección. Una nueva ola de eugenesia discriminatoria consigue consensos en nombre del presunto bienestar de los individuos y, especialmente en los países de mayor bienestar económico, se promueven leyes para legalizar la eutanasia.

Todo esto acontece mientras, en otra vertiente, se multiplican los impulsos para legalizar convivencias alternativas al matrimonio y cerradas a la procreación natural. En estas situaciones la conciencia, a veces arrollada por los medios de presión colectiva, no demuestra suficiente vigilancia sobre la gravedad de los problemas que están en juego, y el poder de los más fuertes debilita y parece paralizar incluso a las personas de buena voluntad.

Por esto, resulta aún más necesario apelar a la conciencia y, en particular, a la conciencia cristiana. Como dice el Catecismo de la Iglesia católica, "la conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto" (n. 1778).

Esta definición pone de manifiesto que la conciencia moral, para poder guiar rectamente la conducta humana, ante todo debe basarse en el sólido fundamento de la verdad, es decir, debe estar iluminada para reconocer el verdadero valor de las acciones y la consistencia de los criterios de valoración, de forma que sepa distinguir el bien del mal, incluso donde el ambiente social, el pluralismo cultural y los intereses superpuestos no ayuden a ello.

 

(del Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la asamblea general de la Academia Pontificia parala Vida, 24 de febrero de 2007)

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Nuestra Señora de Jasna Gora participo en el Conclave de 1978

 Declaración de Stefan Card. Wyszyński, dirigida a los Padres Paulinos el 23 de noviembre de 1978,  publicada en forma de artículo titulado 'Nuestra Señora de Jasna Góra también participó en el Cónclave...', que se publicó en el mensual 'Jasna Góra', número 10/2001.




“Sin embargo, el ambiente en el segundo Cónclave fue diferente. Mientras todo parecía ordinario, natural, humano durante el primer Cónclave - porque estábamos convencidos que actuábamos en buena ley,  cumplíamos sus órdenes y nos sentíamos en el culmen de  nuestras tareas como  Colegio Cardenalicio - luego durante el segundo Cónclave nos hicimos humildes. Ya no teníamos confianza, aunque pudiera parecer que era algo común: el Papa estaba muerto, el próximo será pronto. Todos los cálculos humanos fallaron.  La creencia que el Papa debe ser elegido según la tradición, de la nación italiana, y que basta votar bien de acuerdo con el derecho canónico para completar la tarea, se derrumbó.

Nos preguntamos por qué la Constitución enmendada dice:si no hay resultados después de tres días de votar, orar, y después de orar todo el día, reanudar la votación. Nos parecía demasiado teórico.  Pero resulto que era necesario rezar mucho.

El Segundo Cónclave estuvo más impregnado de oración y toma de conciencia de nuestra ineptitud humana y por otro lado de la presencia y acción de Dios. Decidimos buscar un hombre que viviera en un espíritu sobrenatural entre los hijos de la Iglesia. Podemos preguntarnos: ¿quién no vive de ello? - Y, sin embargo, buscábamos a alguien especialmente devoto de Dios.

Las conversaciones detrás de escena, además de la Capilla Sixtina, también indicaron que eramos  más cautelosos, más humildes y como si quisiéramos darle más espacio a Dios en nuestra correcta acción canónica. Sentado en la Capilla Sixtina, cuando se repitieron los votos, vi por mí mismo el centro de mi atención: la Santísima Madre en un gran fresco de Miguel Ángel, humildemente acurrucada al lado de su aparentemente enojado Hijo. ¡Ella está ahí! Y recordé las palabras del cardenal Hlond:  La victoria cuando llegue, será la victoria de la Santa Madre . Sabía que los cardenales rezaban. Y también rezan a la Santa Madre. De todos modos, preguntaron por Jasna Góra, ¿qué está pasando allí ahora? Respondí: En estos días, cuando muchos santuarios descansan, al terminar la temporada de peregrinaciones, Jasna Góra se ha visto amenizada por las constantes llegadas de las delegaciones parroquiales que agradecen a Dios por seis siglos de especial presencia y actividad de la Santa Madre en este lugar. Allí la gente se arrodilla superando grandes dificultades, superándose a sí misma, exponiéndose a la lluvia y al frío. No significa nada para ellos, porque el amor del pueblo polaco por la Madre de Cristo es más grande que todo eso .

Más de una vez he tenido la oportunidad de hablar de esto a los cardenales en el Cónclave. Todos sentimos que la muerte inminente del Papa recién elegido era algún misterio de Dios que nos instruía que Dios nos pedía algo más que corrección jurídica. Nos pide a todos que tengamos un sentido profundo y sobrenatural de nuestro ministerio y la conciencia que necesitamos la ayuda de la Madre de Cristo, la Esposa del Espíritu Santo, presente en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Qué fácil fue entonces trasladar tu mente y tu corazón a Jasna Góra y unirte a tu trabajo y oraciones. Queridos Padres y Hermanos, y en la oración del pueblo de Dios... Tomé muchas fotos de Nuestra Señora de Częstochowa en el Cónclave. Estaba impresionado. con qué confianza y necesidad interior los acogieron los cardenales, cuánto se alegraron por ellos. De mis conversaciones con el Card. Wojtyła, también sabía que él también rezaba mucho, como es su costumbre. Todos sabemos de su amor hacia la Madre de Cristo, con Jasna Góra y cuan cuán dispuesto había venido.. Y cuando llegó, dio ejemplo de sumisión, obediencia y oración.  Por eso los dos pensamos que la Señora de Jasna Góra también participó en el Cónclave...

Es difícil hablar de lo que paso después.  Pero yo, participante del cuarto Cónclave consecutivo de mi vida, no vi nada parecido en los anteriores. ¡No he visto una alegría tan viva, profunda y sobrenatural después de la elección del Papa! Sabíamos que era una victoria, pero a través del sufrimiento y el tormento, a través de una prueba de fe. Solo había que esconderse en los rincones para evitar el entusiasmo que reinaba en el Cónclave en ese momento (…)

Y recordamos al fiel pueblo polaco arrodillado al mismo tiempo aquí en Jasna Góra, y su arduo trabajo…. Y recordábamos  las palabras misteriosas, casi proféticas del cardenal  Augusto Hlond:  Lucha bajo la protección de la Santa Madre…la Mujer vestida de sol . Así se nos aparece y es nuestro consuelo en el extraordinario esfuerzo de la Santa Iglesia en Polonia, en el que la Señora de Jasna Góra sale victoriosa. Desde allí irradia, como si fuera desde su Reino, al mundo entero (…)

Cuando en nuestro tiempo libre en el Cónclave, en la mesa, durante las comidas o en los pasillos, hablábamos con cardenales de varias razas y naciones, querían decir que sabían algo de Polonia, casi siempre se referían a Jasna Góra….Nuestra Señora y Reina ha salido de las fronteras de su Patria y está verdaderamente en el misterio de Cristo y de la Iglesia, como Signum magnum in coelo , como Mulier amicta sole , como la que habla con más fuerza a los pueblos y naciones.

Es significativo que entre los participantes del Cónclave, dos grupos de personas - cardenales americanos y africanos - cayeron en corazones y pensamientos más por el poder de la Madre parada bajo la cruz y la esperanza por ella. Uno podría observar lentamente el cambio en la forma de pensar. No se decía tanto: La nación  ha sufrido mucho , sino: Ella está entre vosotros. Ella está contigo. Fue Ella quien ganó . De hecho, fue su victoria. Llegó a través del sufrimiento del Papa Juan Pablo I, elegido en su fiesta, que no logró cumplir las tareas de sus predecesores, Juan XXIII y Pablo VI, que él quiso emprender, combinándolos simbólicamente en su doble nombre.

Justo antes del Cónclave, la prensa mundial trató de dar los nombres de los posibles candidatos para el futuro Papa. Se mencionaron algunos, pero el Elegido no estaba entre ellos. Este fue el caso entre los hijos del anciano patriarca: cuando el Profeta buscaba al ungido del Señor, finalmente lo encontró: solo el anónimo, el más joven, aparentemente el más discreto, tomado de las ovejas, especialmente anodino. Pero Dios le susurró a su Profeta: No mires las consideraciones humanas, piensa de otra manera. Piensa como yo. Y el Profeta ungió al que Dios había escogido .

Lo que sucedió fue extraño incluso para mí, a pesar de que yo estaba entre los otros dos, el participante de mayor edad en el Cónclave recurrente, tal vez no tanto en edad, porque eran mayores que yo, como en la experiencia del cónclave. Yo, que pensé que debía ser elegido por Roma, por Italia, como su Primado - Italiano, porque esta Nación tiene derecho a tener a su hermano en la Sede de Pedro; Yo, que elegí los argumentos de que así debía ser, no esperaba que fuera de otra manera. Por lo tanto, pase lo que pase, Dios lo hizo - Et est mirabile in oculis nostris .

¡Creed que fue la obra de Dios, la obra de Cristo en el Espíritu Santo y la Esposa del Espíritu Santo - la Madre de Cristo! Así lo entendieron todos. A nadie sorprendió la elección de un extranjero, ni siquiera un polaco. Hizo felices a todos. Y era tal la alegría que era imposible protegerse de sus señales. ¡Cuántos cardenales, ancianos, lloraban de alegría! Y las lágrimas son probablemente la mejor intérprete de los sentimientos...

Cuando me acerqué a Juan Pablo II con el primer homenaje, nuestras bocas se abrieron al mismo tiempo con el nombre de Nuestra Señora de Jasna Gora: ¡Esta es su obra! Lo creíamos firmemente y aún lo hacemos.”

(de la pagina oficial del santuario de Jasna Gora) 

--00—



lunes, 12 de septiembre de 2022

Juan Pablo II: fidelidad a la vocación y libertad - esposos y sacerdotes

 

 La fidelidad a la vocación, o sea la perseverante disponibilidad  al «servicio real», tiene un significado particular en esta múltiple construcción, sobre todo en lo concerniente a las tareas más comprometidas, que tienen una mayor influencia en la vida de nuestro prójimo y de la sociedad entera.

En la fidelidad a la propia vocación deben distinguirse los esposos, como exige la naturaleza indisoluble de la institución sacramental del matrimonio.

En una línea de similar fidelidad a su propia vocación deben distinguirse los sacerdotes, dado el carácter indeleble que el sacramento del Orden imprime en sus almas. Recibiendo este sacramento, nosotros en la Iglesia Latina nos comprometemos consciente y libremente a vivir el celibato, y por lo tanto cada uno de nosotros debe hacer todo lo posible, con la gracia de Dios, para ser agradecido a este don y fiel al vínculo aceptado para siempre.

Esto, al igual que los esposos, que deben con todas sus fuerzas tratar de perseverar en la unión matrimonial, construyendo con el testimonio del amor la comunidad familiar y educando nuevas generaciones de hombres, capaces de consagrar también ellos toda su vida a la propia vocación, o sea, a aquel «servicio real», cuyo ejemplo más hermoso nos lo ha ofrecido Jesucristo.

Su Iglesia, que todos nosotros formamos, es «para los hombres» en el sentido que, basándonos en el ejemplo de Cristo186 y colaborando con la gracia que Él nos ha alcanzado, podamos conseguir aquel «reinar», o sea, realizar una humanidad madura en cada uno de nosotros. Humanidad madura significa pleno uso del don de la libertad, que hemos obtenido del Creador, en el momento en que Él ha llamado a la existencia al hombre hecho a su imagen y semejanza. Este don encuentra su plena realización en la donación sin reservas de toda la persona humana concreta, en espíritu de amor nupcial a Cristo y, a través de Cristo, a todos aquellos a los que Él envía, hombres o mujeres, que se han consagrado totalmente a Él según los consejos evangélicos. He aquí el ideal de la vida religiosa, aceptado por las Órdenes y Congregaciones, tanto antiguas como recientes, y por los Institutos de vida consagrada.

En nuestro tiempo se considera a veces erróneamente que la libertad es fin en sí misma, que todo hombre es libre cuando usa de ella como quiere, que a esto hay que tender en la vida de los individuos y de las sociedades. La libertad en cambio es un don grande sólo cuando sabemos usarla responsablemente para todo lo que es el verdadero bien. Cristo nos enseña que el mejor uso de la libertad es la caridad que se realiza en la donación y en el servicio. Para tal «libertad nos ha liberado Cristo»187 y nos libera siempre. La Iglesia saca de aquí la inspiración constante, la invitación y el impulso para su misión y para su servicio a todos los hombres. La Iglesia sirve de veras a la humanidad, cuando tutela esta verdad con atención incansable, con amor ferviente, con empeño maduro y cuando en toda la propia comunidad, mediante la fidelidad de cada uno de los cristianos a la vocación, la transmite y la hace concreta en la vida humana. De este modo se confirma aquello, a lo que ya hicimos referencia anteriormente, es decir, que el hombre es y se hace siempre la «vía» de la vida cotidiana de la Iglesia.


 (Juan Pablo II: de la Carta Enciclica Redemptor Hominis, 21)

 

Juan Pablo II: Misión de la Iglesia y libertad del hombre

 


 (…) La actitud misionera comienza siempre con un sentimiento de profunda estima frente a lo que «en el hombre había»,75 por lo que él mismo, en lo íntimo de su espíritu, ha elaborado respecto a los problemas más profundos e importantes; se trata de respeto por todo lo que en él ha obrado el Espíritu, que «sopla donde quiere».76 La misión no es nunca una destrucción, sino una purificación y una nueva construcción por más que en la práctica no siempre haya habido una plena correspondencia con un ideal tan elevado. La conversión que de ella ha de tomar comienzo, sabemos bien que es obra de la gracia, en la que el hombre debe hallarse plenamente a sí mismo.

Por esto la Iglesia de nuestro tiempo da gran importancia a todo lo que el Concilio Vaticano II ha expuesto en la Declaración sobre la libertad religiosatanto en la primera como en la segunda parte del documento.77 Sentimos profundamente el carácter comprometedor de la verdad que Dios nos ha revelado. Advertimos en particular el gran sentido de responsabilidad ante esta verdad. La Iglesia, por institución de Cristo, es su custodia y maestra, estando precisamente dotada de una singular asistencia del Espíritu Santo para que pueda custodiarla fielmente y enseñarla en su más exacta integridad.78 Cumpliendo esta misión, miramos a Cristo mismo, que es el primer evangelizador79 y miramos también a los Apóstoles, Mártires y Confesores. La Declaración sobre la libertad religiosa nos muestra de manera convincente cómo Cristo y, después sus Apóstoles, al anunciar la verdad que no proviene de los hombres sino de Dios («mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado»,80 esto es, del Padre), incluso actuando con toda la fuerza del espíritu, conservan una profunda estima por el hombre, por su entendimiento, su voluntad, su conciencia y su libertad.81 De este modo, la misma dignidad de la persona humana se hace contenido de aquel anuncio, incluso sin palabras, a través del comportamiento respecto de ella. Tal comportamiento parece corresponder a las necesidades particulares de nuestro tiempo. Dado que no en todo aquello que los diversos sistemas, y también los hombres en particular, ven y propagan como libertad está la verdadera libertad del hombre, tanto más la Iglesia, en virtud de su misión divina, se hace custodia de esta libertad que es condición y base de la verdadera dignidad de la persona humana.

Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época, también de nuestra época, con las mismas palabras: «Conoceréis la verdad y la verdad os librará».82 Estas palabras encierran una exigencia fundamental y al mismo tiempo una advertencia: la exigencia de una relación honesta con respecto a la verdad, como condición de una auténtica libertad; y la advertencia, además, de que se evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad superficial y unilateral, cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el hombre y sobre el mundo. También hoy, después de dos mil años, Cristo aparece a nosotros como Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. ¡Qué confirmación tan estupenda de lo que han dado y no cesan de dar aquellos que, gracias a Cristo y en Cristo, han alcanzado la verdadera libertad y la han manifestado hasta en condiciones de constricción exterior!


(Juan Pablo II: de la Carta Enciclica Redemptor Hominis, 12)

 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

8 de septiembre Fiesta de la Natividad de la Santisima Virgen Maria

 


"¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, ha anunciado la alegría a todo el mundo!"

 

El 8 de septiembre de 1979 el Papa Juan Pablo II “peregrinaba” por primera vez a Loreto como Papa (volvería a hacerlo en abril de 1985, en 1994, en 1995 y en 2004) a ese lugar que el llamaba “la colina de los laureles” que de una humilde casita se transformara en hermoso Santuario en honor al nacimiento de la Madre de Dios;

 "De ti nació el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que borrando la maldición, nos trajo la bendición y, triunfando de la muerte, nos dio la vida eterna" (Ant. Benedictus).

Mañana la Iglesia celebra ese “dia de gozo” y “Así, pues, la gran alegría de la Iglesia pasa del Hijo a la Madre. El día de su nacimiento es verdaderamente un preanuncio y el comienzo del mundo mejor (origo mundi melioris") como proclamó de modo estupendo el Papa Pablo VI.

Hacia ya un año que cumplía su misión como Obispo de Roma pero no quería pasar por alto que muy cerca de la “casa de Maria” descansan muchos queridos compatriotas soldados polacos, cuyo recuerdo guardaba en su corazón y que  “durante la segunda guerra mundial cayeron en combate sobre esta tierra, luchando por "nuestra y vuestra libertad", como dice el antiguo lema polaco. Cayeron aquí, y pueden descansar cerca del santuario de la Virgen María, el misterio de cuyo nacimiento difunde su luz en la Iglesia en tierra polaca y en tierra italiana. También ellos participan, de modo invisible, en esta peregrinación.”

Gran parte de su homilía se baso en el significado de la casa, de la casa de Nazaret,  la casa de la Sagrada Familia,  la casa individual de cada uno y de la importancia del techo, de ese techo que no tuvo el Hijo de Dios al venir al mundo,  y de  la importancia de una patria, la “gran casa familiar”.  

 

“ El culto de la Madre de Dios en esta tierra está vinculado, según la antigua y viva tradición, a la casa de Nazaret. La casa en la que, como recuerda el Evangelio de hoy, María habitó después de los desposorios con José. La casa de la Sagrada Familia. Toda casa es sobre todo santuario de la madre. Y ella lo crea, de modo especial, con su maternidad. Es necesario que los hijos de la familia humana, al venir al mundo, tengan un techo sobre la cabeza; que tengan una casa. Sin embargo la casa de Nazaret, como sabemos, no fue el lugar del nacimiento del Hijo de María e Hijo de Dios. Probablemente todos los antepasados de Cristo, de los que habla la genealogía del Evangelio de hoy según San Mateo, venían al mundo bajo el techo de una casa. Esto no se le concedió a El. Nació como un extraño en Belén, en un establo. Y no pudo volver a la casa de Nazaret, porque obligado a huir desde Belén a Egipto por la crueldad de Herodes, sólo después de morir el rey, José se atrevió a llevar a María con el Niño a la casa de Nazaret.

 (…)

Y desde entonces en adelante esa casa fue el lugar de la vida cotidiana, el lugar de la vida oculta del Mesías; la casa de la Sagrada Familia. Fue el primer templo, la primera iglesia, en la que la Madre de Dios irradió su luz con su Maternidad. La irradió con su luz procedente del gran misterio de la encarnación; del misterio de su Hijo.

(…)

En el rayo de esta luz crecen, en todo vuestro país de sol, las casas familiares...Muchas, tantas casas; las casas familiares. Y muchas, tantas familias; y cada una de ellas permanece, mediante la tradición cristiana y mariana de vuestra patria, en un cierto vínculo espiritual con esa luz, que procede de la casa de Nazaret, especialmente hoy: en el día del nacimiento de la Madre de Cristo.

 (…)

La gran casa habitada por una comunidad grande....  Efectivamente, la presencia de la Madre de Dios en medio de los hijos de la familia humana y en medio de cada una de las naciones de la tierra en particular, nos dice mucho de las naciones y de las comunidades mismas.

Efectivamente, se trata de trabajar y colaborar para que en la tierra, que la Providencia ha destinado a ser la morada de los hombres, la casa de la familia, símbolo de la unidad y del amor, venza a todo lo que amenaza esta unidad y amor entre los hombres: el odio, la crueldad, la destrucción, la guerra. Para que esta casa familiar se convierta en la expresión de las aspiraciones de los hombres, de los pueblos, de las naciones, de la humanidad, a pesar de todo lo que le es contrario, que la elimina de la vida de los hombres, de las naciones y de la humanidad, que sacude sus fundamentos, sean socio-económicos o éticos; porque sobre unos y otros se basa toda casa; tanto la que se construye cada familia, como también la que, con el esfuerzo de todas las generaciones, se construyen los pueblos y las naciones: la casa de la propia cultura, de la propia historia; la casa de todos y la casa de cada uno.

Esta es la inspiración que encuentro aquí, en Loreto. Este el imperativo moral que de aquí deseo sacar. Este es, al mismo tiempo, el problema que precisamente ante la tradición de la casa de Nazaret y ante el rostro de la Madre de Cristo en Loreto, deseo encomendar y confiar, de modo especial, a su corazón materno, a su omnipotencia de intercesión ("omnipotentia suplex") .

Acepta, oh Señora de Loreto, Madre de la Casa de Nazaret, esta peregrinación mía y nuestra, que es una gran oración común por la casa del hombre de nuestra época: por la casa que prepara a los hijos de toda la tierra para la casa eterna del Padre en el cielo. Amén.”

 

 (Juan Pablo II Peregrinacion a Loreto  y Ancona, Fiesta de la Natividad de la Santisima Virgen Maria, 8 de septiembre de 1979)

Recordando a Juan Pablo II(2005) Cardenal Justin Francis Rigali

 


Yo estaba en el balcón de la Secretaría de Estado la tarde que fue anunciada la elección del papa Juan Pablo II. Me presentaron el día siguiente, siendo yo entonces director del departamento de lengua inglesa de la Secretaría de Estado. Estaba presente la tarde que el Papa salió por el Arco de las Campanas para visitar al obispo Deskur, polaco, amigo suyo desde la juventud, que había sufrido una apoplejía. Así que la primera vez que el Papa salió del Vaticano fue precisamente para demostrar su gran compasión, lealtad y misericordia: fue a visitar a un necesitado. Su pontificado comenzó con la bandera de la misericordia, la generosidad, el amor pastoral y la energía. La energía de entregarse, de darse completamente al Reino de Dios y al pueblo de Dios.


Luego el Papa comenzó a viajar, y la primera de las muchas veces que tuve la suerte de acompañarlo a los países de lengua inglesa fue en su tercer viaje internacional, a Irlanda y los Estados Unidos. Cuatrocientas mil personas lo esperaban en Galway Bay, en la costa occidental de Irlanda; eran jóvenes, y el Papa fue aplaudido 42 veces. Pero el aplauso número cuarenta y uno fue increíble, duró doce o trece minutos. ¿Qué lo había provocado? Había dicho a los jóvenes irlandeses lo mismo que iba a decirles al poco tiempo a los americanos y luego a todos los muchachos del mundo: «Jóvenes, yo os amo». Entonces comencé a comprender su método: quería proclamar la Palabra de Dios, comprometer a los jóvenes a hacer algo de sus vidas, decirles, como nos enseña el Concilio Vaticano II, que su realización está en Jesucristo, que sólo Él puede explicarles la vida y la humanidad, y que prestaran atención para evitar lo que les privaba de esta herencia y de su libertad. Los jóvenes comprendieron que él les amaba –y que les amaba a pesar de que quizá no iban a aceptar todo lo que afirmaba– y la demostración la hemos tenido en Roma, en la multitud que vino a rendirle homenaje.

Estuve con el Papa durante la visita a Marruecos, cuando habló con gran honestidad a los 60.000 jóvenes que lo esperaban, todos musulmanes. Dijo que los pueblos de religiones distintas han de respetarse mutuamente, aceptando las diferencias, la mayor de las cuales es nuestra gran fe en Jesucristo. Dijo que todos tenemos en común el don de la humanidad, que todos somos hijos de Dios y que el mundo tiene gran necesidad de que exista entre nosotros una relación de paz y respeto. 

Pero yo creo que para interpretar todo su pontificado es necesario comprender su primera encíclica, la Redemptor hominis, porque el papa Juan Pablo II estaba convencido de que el Concilio tenía razón afirmando que es Jesús quien le explica el hombre al hombre mismo y que conocemos a Dios mediante Jesús, esplendor del Padre. Jesús no sólo revela a Dios, sino que muestra al hombre su dignidad de criatura humana.

El papa Wojtyla, que había experimentado los horrores del nazismo y del comunismo, conocía el valor de la dignidad humana y sabía que no puede ser tolerado lo que la debilita o la destruye.La energía interminable de este Papa ha sido evidente para todo el mundo. Como Sansón en el Antiguo Testamento, cuya fuerza enorme residía en sus cabellos y desaparecía si se los cortaban, Juan Pablo II sacaba energía de su vida de oración, y por eso le veíamos siempre rezando. Recuerdo que una tarde en África, al final de una jornada increíblemente larga de encuentros, visitas, discursos, después de la cena tenía que saludar y dar las gracias a los hombres de la seguridad, los cocineros, y el obispo local seguía presentándole a más personas… La fila terminó muy tarde. Luego hablábamos con otro colega mío polaco durante un momento con el Papa del día recién terminado y de las muchas cosas que se habían hecho. Él estaba muy contento y parecía cansado. Pero al cabo de dos minutos se levantó de la silla y entró en la capilla a visitar el Santísimo Sacramento. Se pasó allí casi media hora, luego salió, y mi colega y yo nos miramos compartiendo la misma impresión: estaba listo para volver a empezar, se había regenerado. Allí fuera los jóvenes empezaron a cantar, el Papa salió a la ventana a saludarles, cantó un poco con ellos y sólo después se fue a descansar. Este fue Juan Pablo II, y se le puede comprender sólo si se conoce su secreto, la fuente de energía que le ha mantenido durante veintiséis años y medio. Es fácil hacer bien las cosas al principio, pero él, como Jesús, lo hizo hasta el final.

Hay un viaje papal que yo considero especial, el primero, a México, porque el Papa se arrodilló allí delante de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y comprendió cuál era la misión a la que Dios le llamaba. Dijo entonces que la Iglesia, para ser fiel a Cristo, ha de ser sierva de la humanidad, y él estaba muy orgulloso de su título “Servus servorum Dei”, siervo de los siervos de Dios, el mismo de Gregorio Magno. Este fue su reto, su objetivo, su misión.

Pero luego nos dejó entrar en su secreto: durante todos estos años nos enseñó a rezar, a dirigirnos al Señor y pedir fuerza, porque si queremos cumplir nuestra misión hemos de ir hasta Jesús en el Santísimo Sacramento. Nos enseñó la eucaristía y al final murió en el Año de la Eucaristía. Nos enseñó, como dije al principio, la misericordia. En la Dives in misericordia escribió que la misericordia es el mayor atributo de Dios. ¿Qué es la misericordia? El amor de Dios que se pone en contacto con nuestra debilidad, nuestra necesidad, nuestros pecados. El Papa le ha dicho a la gente que no se desanime, porque Cristo nos ofrece el perdón en el sacramento de la penitencia, porque Él es misericordioso. La misericordia es el amor de Dios frente a nuestros pecados, y todos nosotros tenemos pecados. No sólo escribió el Papa aquella encíclica, sino que también canonizó a sor Faustina Kowalska de Cracovia, que tuvo revelaciones privadas sobre la misericordia divina. La enseñanza de la Iglesia, sin embargo, no deriva de ella, sino de las Escrituras. Sor Faustina fue beatificada el segundo domingo de Pascua de 1993, posteriormente denominada por Juan Pablo II “segundo domingo de Pascua o domingo de la Misericordia”. Y la primera víspera del segundo domingo de Pascua o domingo de la Misericordia murió el Papa, después de que por última vez su secretario, el arzobispo Stanislaw Dziwisz, celebrara en su habitación la eucaristía. Roma se llenó de carteles en los que tras el rostro del Papa se ve la imagen de Jesús misericordioso. Aquel domingo celebré misa en mi Catedral y recordé a los fieles que ellos acababan de escuchar las mismas lecturas que escuchó el Papa antes de morir. La misericordia fundamenta todo el pontificado. El Papa se consideraba un apóstol de la divina misericordia, la cual explica su amor, su entrega total, y al final su muerte, coronación de una vida dada con total generosidad. Por ese motivo su rostro está en la muerte tan sereno y tan en paz, porque había completado su misión, la de quien proclama la misericordia de Dios y defiende la dignidad de todo hombre, mujer, niño.

 (Fuente:  30Giorni, 2005)