El 11 de junio de 1982 la Argentina, en conflicto con Gran Bretaña por las Islas Malvinas, recibía expectante la primera visita de Santo Padre Juan Pablo II, el Mensajero de la Paz. (vendria por segunda vez en abril de 1987)
Todo habia sucedido rápidamente. La Argentina estaba en guerra, en una guerra cruel como lo son todas, insensata, increíble y despareja. Su visita nos ayudó a reflexionar. No permaneció mucho tiempo entre nosotros pero removió nuestros cimientos, nos hizo sentir su presencia y nos demostró su amistad, que con el tiempo se hizo más profunda. Su “¡No tengáis miedo!” se hizo carne en nosotros al abrirnos su corazón, consolarnos y alentarnos con sus palabras, sus gestos y sus homilías y presentarnos también sus exigencias por una paz, que una vez lograda, debe ser defendida a diario. Fue una toma de conciencia definitiva en un conflicto que habìa comenzado el 2 de abril y ya contaba con alrededor de 900 muertos y 1700 heridos de ambos lados, un preludio a la paz que llegó el 14 de junio, pocos dias después de su visita.
Todo habia sucedido rápidamente. La Argentina estaba en guerra, en una guerra cruel como lo son todas, insensata, increíble y despareja. Su visita nos ayudó a reflexionar. No permaneció mucho tiempo entre nosotros pero removió nuestros cimientos, nos hizo sentir su presencia y nos demostró su amistad, que con el tiempo se hizo más profunda. Su “¡No tengáis miedo!” se hizo carne en nosotros al abrirnos su corazón, consolarnos y alentarnos con sus palabras, sus gestos y sus homilías y presentarnos también sus exigencias por una paz, que una vez lograda, debe ser defendida a diario. Fue una toma de conciencia definitiva en un conflicto que habìa comenzado el 2 de abril y ya contaba con alrededor de 900 muertos y 1700 heridos de ambos lados, un preludio a la paz que llegó el 14 de junio, pocos dias después de su visita.
Esta visita constituyó, según opinión de numerosos testigos argentinos y extranjeros, un “acontecimiento nunca visto en el país” y una de las mayores concentraciones de gente en sus visitas hasta ese momento.
El 11 de Junio el avión que lo traía aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, donde fue recibido por autoridades eclesiásticas y gubernamentales. En su saludo inicial nos expresaba que venia “impulsado por el amor de Cristo y por la solicitud impelente, que como Sucesor del Principe de los apóstoles, debo a la Iglesia una y universal”. Nos anticipó que su visita seria breve pero que venia a invocar la paz de Cristo sobre todas las victimas del conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña.
A su paso desde el aeropuerto hacia la ciudad a pesar del frio invierno, fue saludado con desbordante entusiasmo. En la catedral metropolitana lo esperaban sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas y miembros de movimientos eclesiales, junto con los obispos argentinos y presidentes de las conferencias episcopales de Latinoamérica. Luego de orar ante el Santísimo Sacramento, pronunció una alocución recordando a los presentes que venia para orar con nosotros por todas las víctimas, a orar por la paz y por una digna y justa solución del conflicto armado. En la Casa Rosada (la Casa de gobierno), fue recibido por el Presidente y tuvo un encuentro con los miembros de la Junta Militar . Antes de retirarse el Santo Padre se asomó al balcón para saludar a la inmensa muchedumbre que colmaba la Plaza de Mayo.
Poco después de las 14 el Santo Padre inició su viaje al Santuario de Luján, a 70 kilómetros de Buenos Aires; los primeros 20 km aproximadamente en papamóvil por la Avenida Rivadavia. A la altura de la estacion de Ramos Mejia tambien estabamos los eslovenos vestidos con trajes regionales agitando nuestros pañuelos blanco/amarillos en su honor.. Es una de las primeras vivencias fuertes relacionadas con Juan Pablo II que recuerdo. La otra fue al dia siguiente..
Ante la imagen de la Virgen de Lujan, Patrona de la Argentina, Juan Pablo II oró por la paz y le ofrendó la «Rosa de Oro» que le había traído desde Roma. Concelebró la Misa con los cardenales, obispos y sacerdotes presentes, ante una multitud calculada en una cifra cercana a las 700.000 personas. Juan Pablo II pronunció una homilía en la que nos exhortó a imitar a Cristo y meditar sobre su misterio y a saber ser hijos e hijas de su Madre, particularmente en los momentos difíciles y los momentos de mayor responsabilidad, pidió por los muertos en la guerra con Gran Bretaña y por la rápida terminación del conflicto. La homilía concluyo con una Consagración de las familias y la nación a la Reina de la Paz.
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