En la homilía de la Santa Misa celebrada en la Plaza San Pedro con ocasión del Jubileo de las Familias el 25 de marzo de 1984 el Santo Padre invitaba a los esposos y a todos los presentes a la “Fuente de agua viva, que es Jesucristo, el Redentor del mundo; Jesucristo, Esposo divino de la Iglesia, Esposa suya en la tierra”.
A los esposos en especial les habló de “La alianza del amor esponsal, de ese "gran Misterio" en Cristo y en la Iglesia”. Invitaba a todos a a meditar, a la luz del misterio de la Redención, sobre la dignidad y la grandeza de la vocación de esposos y padres; a renovar, en este Misterio divino, la gracia del sacramento del matrimonio y a “abrir de para en par sus corazones para que se inclinen hacia la fuente de agua viva, que salta hasta la vida eterna!”
A los esposos les recordaba las enseñanzas de la Iglesia en especial de las de esta época contenidas en Casti connubii, la Gaudiurn et spes, la Humanae vitae y la Familiaris consortio y les invitaba a orar juntos “por la victoria de este amor en cada uno de vosotros, en cada matrimonio, en cada Familia. . De esta victoria depende el futuro de toda la familia humana”- decía y reiteraba que la “La Iglesia la pide sin cesar, rezando como hemos hecho durante el Sínodo de los Obispos del año 1980 relativo a la misión de la familia cristiana en el mundo actual”.
La celebración culminaba con una Oración por la Familia que se incluye en entrada por separado.
A los esposos en especial les habló de “La alianza del amor esponsal, de ese "gran Misterio" en Cristo y en la Iglesia”. Invitaba a todos a a meditar, a la luz del misterio de la Redención, sobre la dignidad y la grandeza de la vocación de esposos y padres; a renovar, en este Misterio divino, la gracia del sacramento del matrimonio y a “abrir de para en par sus corazones para que se inclinen hacia la fuente de agua viva, que salta hasta la vida eterna!”
A los esposos les recordaba las enseñanzas de la Iglesia en especial de las de esta época contenidas en Casti connubii, la Gaudiurn et spes, la Humanae vitae y la Familiaris consortio y les invitaba a orar juntos “por la victoria de este amor en cada uno de vosotros, en cada matrimonio, en cada Familia. . De esta victoria depende el futuro de toda la familia humana”- decía y reiteraba que la “La Iglesia la pide sin cesar, rezando como hemos hecho durante el Sínodo de los Obispos del año 1980 relativo a la misión de la familia cristiana en el mundo actual”.
La celebración culminaba con una Oración por la Familia que se incluye en entrada por separado.
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