He
leído este trozo del Regina Caeli del 31de mayo de 1981 del Beato Juan Pablo II
con verdadera emoción. Su forma de expresarse
revela el genuino amor a su patria y el sufrimiento de aquellos momentos que le
imposibilitaban estar allí junto al pueblo polaco despidiéndose de su amado
Primado, “Pastor bueno y celoso”. Es
más, la alocución misma del Papa Juan
Pablo II había sido grabada aquella mañana en su habitación de enfermo en el Policlínico
Gemelli (después del atentado) y transmitida por Radio Vaticana al mediodía.
“Os exhorto de modo especial a uniros en espíritu al emocionante homenaje de oraciones de sufragio que Polonia está tributando a su querido primado, cardenal Stefan Wyszynski, tan apreciado y amado por todos.
“Os exhorto de modo especial a uniros en espíritu al emocionante homenaje de oraciones de sufragio que Polonia está tributando a su querido primado, cardenal Stefan Wyszynski, tan apreciado y amado por todos.
El Señor lo ha llamado a Sí
el jueves pasado, solemnidad de la Ascensión. Sus restos mortales serán
sepultados hoy, último día del mes de mayo, dedicado particularmente a María, a
la que el cardenal Wyszynski veneraba tanto bajo el título de Reina de Polonia
y también de Madre de la Iglesia.
La muerte de aquel que,
durante más de 30 años, ha sido la piedra clave de la unidad de la Iglesia en
Polonia ha vuelto a despertar en mi espíritu -como podéis comprender bien- una
oleada de recuerdos y de sentimientos, que me hacen estar íntimamente cercano a
cuantos en la tarde de hoy le rendirán el devoto y último homenaje en la plaza
de la Victoria de Varsovia y lo acompañarán a la sepultura, en la catedral de
San Juan.
No podré participar con mi
presencia física, pero estaré allí del modo que me es permitido en estos
momentos: con la oración y, además, con un mensaje que he dirigido a los
hermanos y hermanas de Polonia, y mediante una Delegación.
A él, Pastor bueno y celoso;
a él, defensor de los derechos del hombre y de la Iglesia, protagonista de
tantas páginas de historia de su patria y patria mía; a él que ha amado tanto a
la Iglesia y a Polonia con entrega incomparable y con valentía intrépida,
sacadas de una fe indómita y de un amor ardiente a Cristo y a María, conceda el
Señor el premio reservado a sus fieles servidores.”
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