A los empresarios argentinos, representantes del mundo de la empresa, de las
finanzas, de la economía, de la industria y del comercio el Santo Padre Juan Pablo
II - ni bien comenzado su discurso - les
recordó que era “justo que deis gracias a Dios por la fertilidad de
vuestros campos, por la abundancia de vuestros ganados y de tantas otras
riquezas naturales, o fruto de las manos del hombre y. sobre todo, por el
espíritu emprendedor y la capacidad de trabajo con que El os ha dotado, para
que, junto a tantos hombres y mujeres que contribuyen a sacar adelante vuestras
empresas y proyectos, sirváis al bien común en el vasto y complejo campo de la
producción de bienes y servicios.”
Les
recordó también que en los “ momentos de dificultad, se pone a prueba vuestro
espíritu empresarial. Se precisan mayor esfuerzo y creatividad, más sacrificio
y tenacidad, para no cejar en la búsqueda de vías de superación de esas
situaciones, poniendo todos los medios legítimos a vuestro alcance, y
movilizando todas las instancias oportunas.”
Aclaro,
sin embargo, que “la misión de la Iglesia y del Papa no es dar soluciones
técnicas a los problemas socio-económicos. Pero sí forma parte de su misión
iluminar las conciencias de los hombres, para que sus actividades sean
realmente humanas, para oponerse a cualquier degradación de la persona, para
evitar que el hombre sea considerado o se considere a sí mismo solamente como
un instrumento de producción.”
Les
recordó también la Encíclica Laborem exercens,
13) y en ese contexto decía “debéis contribuir a que se multipliquen las
inversiones productivas y los puestos de trabajo, a que se promuevan formas
adecuadas de participación de los trabajadores en la gestión y en las
utilidades de la empresa, y a que se abran cauces que permitan un mayor acceso
de todos a la propiedad, como base de una sociedad justa y solidaria, agregando
conceptos ya expresados a otros grupos de empresarios .
En síntesis – decía –
“la ley fundamental de toda
actividad económica es el servicio del hombre, de todos los hombres y de todo el hombre, en su plena integridad,
material, intelectual, moral, espiritual y religiosa. Por consiguiente, las
ganancias no tienen como único objetivo el incremento del capital, sino que han
de destinarse también, con sentido social, a la mejora del salario, a los
servicios sociales, a la capacitación técnica, a la investigación y a la
promoción cultural, por el sendero de la justicia distributiva.”
“Vosotros, hombres de
negocios, en su mayoría cristianos, debéis ser los artífices de una sociedad
más justa, pacífica y fraterna. Sed hombres y mujeres de ideas dinámicas, de
iniciativas geniales, de sacrificios generosos, de firme y segura esperanza. Sed solidarios entre vosotros y sedlo también con
los demás sectores de la comunidad, que comparten vuestros problemas, vuestros
sacrificios y vuestras esperanzas; y sedlo en bien de vuestra querida patria.”
“Y si hubiera alguien que ha perdido toda esperanza
en la edificación de esa sociedad más justa que todos anhelamos, digámosle con
fuerza y amor, que existe, sí, el sistema para la solución de los no fáciles
problemas que afectan al hombre: es el reencuentro con Dios, el Creador que
sigue trabajando con su Providencia en la gran empresa del mundo, a la que ha
querido asociaros también a vosotros, como sus colaboradores.”
“Así, por duras que sean las dificultades, por
estériles que parecieran vuestros esfuerzos, seguid siempre adelante, aceptando
el desafío de los tiempos; y más allá de la confianza puesta en vuestra
capacidad y en vuestras fuerzas, recordad la consigna del Señor: “Buscad
primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”
(Mt 6, 33).”
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