Ayer 12 de abril recordamos su partida….ya no volvería, pero se quedaba
con nosotros, en nuestros corazones para siempre.
Sin quitarle
importancia a las visitas realizadas durante la febril actividad de la
semana, aquel Domingo de Ramos de 1987 (y
la anoche anterior – la noche de la Vigilia de los Jóvenes) el pueblo de Dios de la Argentina pudo vivenciar el regalo con el que culminaba
su visita: una multitud de jóvenes fervientes
y entusiastas de la Argentina y del mundo (alrededor de un millón)
participando de una ceremonia que era presidida por la gran cruz , aquella que
había encabezado todas las ceremonias del Año Santo de la Redención y
que el Domingo de Resurrección el Santo Padre entregara “a un grupo de jóvenes,
diciéndoles: “Queridísimos jóvenes, al final del Año Santo os confío el signo
mismo de este Año Jubilar. ¡La cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como señal
del amor de nuestro Señor Jesucristo a la humanidad, y anunciad a todos que
sólo en Cristo muerto y resucitado está la salvación y la redención”.
La JMJ 1987 fue honrada con
otro privilegio: presente también estaba la autentica
imagen de nuestra Madre de Lujan, traída en procesión por los jóvenes desde
Lujan para la clausura de la Jornada Mundial de la Juventud. Además era la primera vez en la historia
moderna del papado que el Santo Padre no celebraba la fiesta de Ramos en Roma, fue verdaderamente un Domingo de Ramos muy especial.
En
su homilía el
Papa recordaba los comienzos de las JMJ: “En el Año Santo de la Redención
1983-1984, multitud de jóvenes de distintos países y continentes acudieron en
peregrinación a Roma, el Domingo de Ramos, para celebrar aquel Jubileo conmigo.
Fue una jornada maravillosa e inolvidable, que volvimos a revivir el año
siguiente, con ocasión del Año Internacional de la Juventud. Desde entonces el
Domingo de Ramos ha sido proclamado como Jornada de la Juventud para la
Iglesia, en todo el mundo. Este año la vivimos juntos aquí, en Buenos
Aires…”
En
una homilía, que sin dudas, debe leerse completa terminaba diciéndonos:
“Dejaos abrazar por el misterio del Hijo del hombre, por el misterio de Cristo muerto y resucitado.
¡Dejaos abrazar por el misterio pascual!
Dejad que este misterio penetre, hasta el fondo, en
vuestras vidas, en vuestra conciencia, en vuestra sensibilidad, en
vuestros corazones, de modo que dé el verdadero sentido a toda vuestra
conducta.
El misterio pascual es misterio salvífico, creador.
Sólo desde el misterio de Cristo puede entenderse plenamente al hombre;
sólo desde Cristo muerto y resucitado puede el hombre comprender su vocación
divina y alcanzar su destino último y definitivo.
Dejad, pues, que el misterio pascual actúe en
vosotros. Para el hombre, y
especialmente para el joven, es esencial conocerse a sí mismo, saber cuál es su
valor, su verdadero valor, cuál es el significado de su existencia, de su vida,
saber cuál es su vocación. Sólo así puede definir el sentido de su propia
vida.
Sólo acogiendo el misterio pascual en vuestras
vidas podréis “responder a cualquiera que os pida razón de la esperanza que
está en vosotros” (1P 3, 15). Sólo acogiendo a Cristo, muerto y
resucitado, podréis responder a los grandes y nobles anhelos de vuestro
corazón.
¡Jóvenes: Cristo, la Iglesia, el mundo esperan
el testimonio de vuestras vidas, fundadas en la verdad que Cristo nos ha
revelado!
¡Jóvenes: El Papa os agradece vuestro testimonio, y
os anima a que seáis siempre testigos del amor de Dios, sembradores de
esperanza y constructores de paz!
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna” (Jn 6, 68).
Aquel que se entregó a Sí mismo haciéndose
obediente hasta la muerte de cruz, El solo tiene palabras de vida eterna.
Acoged sus palabras. Aprendedlas. Edificad vuestras
vidas teniendo siempre presentes las palabras y la vida de Cristo. Más aún: aprended
a ser Cristo mismo, identificados con El en todo.”
Al
terminar la misa, el Papa «envió» a los jóvenes al mundo y dio una cruz a cinco representantes de los cinco continentes. Luego Su Santidad
rezo el Ángelus
con los
fieles y dirigiéndose a la imagen de la Virgen de Luján pronunció el Acto de consagración a Nuestra Señora ante Ella.
Terminada
la ceremonia del Domingo de Ramos y finalizada la JMJ 1987 el Santo Padre Juan
Pablo II se trasladó en papamóvil a la sede de la Conferencia Episcopal
Argentina. Luego tuvo un encuentro con el mundo de
la cultura argentina en el Teatro Colón
Ya en el aeropuerto
de Ezeiza pronuncio un breve discurso de despedida y partió…..
no sin
antes decirnos: “Podéis estar
seguros de que os llevo a todos muy dentro de mi corazón” impartiéndonos la su Bendición Apostólica.
¡Hasta siempre, Argentina!
fueron sus últimas palabras.
Invito
leer una breve reseña de las dos visitas
apostólicas del Beato Juan Pablo II a la Argentina en AICA
En el
sitio de la Conferencia Episcopal Argentina el “comunicado-agradecimiento”
Iglesia en la Argentina Levántate! emitido después de la visita del Santo
Padre. (mayo 1987) h
Y en el
Sitio de la santa Sede todos los discursos y homilías del Viaje del Santo Padrea Uruguay, Chile y Argentina.
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