El segundo dia de su visita apostólica a Paraguay, el Martes 17 de mayo de 1988, el Santo Padre Juan Pablo II mantuvo un Encuentro con los sacerdotes, religiosos y seminaristas en la Catedral de Asunción. Les agradeció por “la labor sacrificada y preciosa con la que construís día a día la Iglesia, difundiendo la Palabra de Dios y dispensando los sacramentos” por la atención y su presencia donde es reclamada. Les exhortó a “ser luz y sal que ilumine y dé sabor de virtudes cristianas a cuanto os rodea” a una “vivencia testimonial evangelizadora”, encomendándoles una “solicitud preferencial hacia los más pobres que en el Paraguay, como en tantas otras partes de América Latina, sufren toda clase de privaciones” a ser “signos y testigos de Cristo en el mundo” “luz verdadera, luz de Cristo en su Iglesia, luz que irradia la propia autorrealización”
A los agricultores en Villarrica, “El reino de Dios es como un hombre que echa simiente en la tierra” (Mc 4, 26) les habló de su trabajo en el campo comprendiendo sus preocupaciones e incertidumbres ante el presente y el futuro. Recordó que “Los valores propios de vuestro carácter paraguayo –amistad generosa, prontitud para compartir, solidaridad con los necesitados, amor a la familia y sentido trascendente de la existencia– están hondamente enraizados en la vida y en el trabajo agrícola” lo cual “debe llevar a todos los habitantes de este país a sentir personalmente los problemas y necesidades de los hombres del campo” Ayeruré ñandeyára ha tupasyme to me’e peéme fe, esperanza y caridad pe mba’apó haguá hekope, ñepytyvó yoaitépe, ha pe moi hagua pende atiyre, Jesucristo kurhzuicha, opaité pe ne quebranto ha pe ne mba’e rembipotá. (Pido a Dios y a la Virgen María que os otorgue fe, esperanza y caridad para que trabajéis con acuerdo, en estrecha solidaridad, como cristianos, unos con otros, y para que pongáis sobre los hombros, como la cruz de Cristo, todos vuestros quebrantos y todos vuestros grandes deseos).
En el Encuentro con los indios en la mision de Santa Teresita en Mariscal Estigarribia se dirigió a los “nivaclé, guaraníes occidentales y guaraníes ñandeva; a los lengua, sanapaná, angaité, toba maskoy, guaná, manjui, toba qom, maká, ayoreo; y a los aché, mbyá apyteré, avá chiripá, y pai tavytera” algunos venidos de muy lejos. Les recordó el “gran acontecimiento del V centenario de la evangelización de América” “motivo de alegría para toda la Iglesia, de un modo muy especial para vosotros pues Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2) Les invitó a rezar para que surjan vocaciones en sus comunidades, comprendió sus reclamos y les invito a solucionarlos sin violencia, en un. “trabajo ordenado y continuo, orientado a superar las divisiones históricas y culturales” Se dirigió también a los habitantes no indígenas, “muchos de ellos inmigrantes de Europa central” les llamó a no “olvidaros de las obligaciones de todo cristiano para con nuestro Padre Dios. Celebrad el domingo, día del Señor, cumpliendo el precepto dominical. No descuidéis la educación cristiana de vuestros hijos…”
El último discurso del dia fue ante los “constructores de la sociedad”, sectores dirigentes, “personas cualificadas en la sociedad paraguaya y como laicos en la Iglesia” Ante ellos quiso “proclamar la certeza de que la verdad debe ser la piedra fundamental, el cimiento sólido de todo el edificio social” llamó a un “saneamiento moral de la nación” a una “vigencia simultánea y solidaria de valores como la paz, la libertad, la justicia y la participación” en un discurso cuyo contenido merecía ser releído entonces pero quizás debería ser releído tambien hoy por las autoridades de la gran mayoría de nuestros países latinoamericanos, pues su contenido no ha perdido un ápice de vigencia.
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