"Vosotros sois la sal de la tierra...Vosotros sois la luz del mundo", (Mt 5, 13-14)
Cuando aún permanecía, según las propias palabras de Juan Pablo II, muy vivo en su memoria el recuerdo de los momentos extraordinarios vividos juntos en Roma durante el Jubileo del año 2000, el Santo Padre enviaba su Mensaje para la Jornada Nro XVII que se realizaría en Toronto. Serían las primeras Jornadas del nuevo milenio.
La delegación canadiense compuesta por 47 jovenes, encabezada por el arzobispo de Toronto, (creado Cardenal el 21 de febrero de 1998) Aloysius Ambrozic, (nacido en Eslovenia ;) había acogido la Cruz de los jovenes durante la XVI Jornada mundial de la juventud celebrada a nivel diocesano en Roma. El arzobispo Ambrozic decia entonces “ para la juventud de Canadá comienza la primera parte del viaje con esta Cruz de Cristo que nos ha sido entregada a las puertas del nuevo milenio; esta Cruz que nos habla de la entrega total del Hijo de Dios que lo eleva a El y con El a nosotros hacia el gozo de la Resurrección”.
Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Qué deseas que haga para vivir con plenitud mi bautismo y ser sal de la tierra y luz del mundo?
Cuando aún permanecía, según las propias palabras de Juan Pablo II, muy vivo en su memoria el recuerdo de los momentos extraordinarios vividos juntos en Roma durante el Jubileo del año 2000, el Santo Padre enviaba su Mensaje para la Jornada Nro XVII que se realizaría en Toronto. Serían las primeras Jornadas del nuevo milenio.
El lema elegido: las dos imágenes, de la sal y la luz, que “utilizadas por Jesús, son complementarias y ricas de sentido. En efecto, en la antigüedad se consideraba a la sal y a la luz como elementos esenciales de la vida humanad” decía Juan Pablo II desde Castel Gandolfo el 25 de julio de 2001
La delegación canadiense compuesta por 47 jovenes, encabezada por el arzobispo de Toronto, (creado Cardenal el 21 de febrero de 1998) Aloysius Ambrozic, (nacido en Eslovenia ;) había acogido la Cruz de los jovenes durante la XVI Jornada mundial de la juventud celebrada a nivel diocesano en Roma. El arzobispo Ambrozic decia entonces “ para la juventud de Canadá comienza la primera parte del viaje con esta Cruz de Cristo que nos ha sido entregada a las puertas del nuevo milenio; esta Cruz que nos habla de la entrega total del Hijo de Dios que lo eleva a El y con El a nosotros hacia el gozo de la Resurrección”.
Pero la historia de estas Jornadas en Toronto había comenzado ya a fines de 1998 con la Asamblea Plenaria de la Conferencia Canadiense de Obispos Catòlicos,
que en esa reunión ratificaron por voto casi unánime (una abstención) solicitar a la Santa Sede ser anfitriones de la JMJ 2002. Finalizadas todas las consultas el 26 de febrero de 1999 se envió a Roma el pedido oficial y la confirmación de la Santa Sede fue anunciada por Juan Pablo II en las JMJ del 2000 en Roma.
que en esa reunión ratificaron por voto casi unánime (una abstención) solicitar a la Santa Sede ser anfitriones de la JMJ 2002. Finalizadas todas las consultas el 26 de febrero de 1999 se envió a Roma el pedido oficial y la confirmación de la Santa Sede fue anunciada por Juan Pablo II en las JMJ del 2000 en Roma.
Juan Pablo II llegaba a Toronto para la celebración estas Jornadas Mundiales de la Juventud el 23 de julio de 2002. Era la tercera vez que visitaba Canadá, la primera en 1984
y la segunda, muy breve, en 1987.
y la segunda, muy breve, en 1987.
En la ceremonia de bienvenida tuvo palabras especiales para los jóvenes que “representan el futuro del mundo. Pero también llevan los signos de una humanidad que con mucha frecuencia no conoce ni paz ni justicia…Demasiadas vidas comienzan y terminan sin alegría, sin esperanza. Esta es una de las principales razones – decìa - de la Jornada mundial de la juventud. Los jóvenes se están reuniendo para comprometerse, con la fuerza de su fe en Jesucristo, a servir a la gran causa de la paz y la solidaridad humana”.
Mientras el Santo Padre se retiraba para dos dias de descanso, miles de jóvenes se congregaban en el inmenso espacio del Centro de Exposiciones de Toronto donde esa misma tarde el Cardenal Aloysius Ambrozic, Arzobispo de Toronto, celebraba la Eucaristía. Acompañados por la Cruz de las Jornadas que había peregrinado 42.000 km por Canadá visitando 72 diocesis y que algunos reporteros llamaron la "antorcha olimpica" de las Jornadas, bajo un sol radiante (tambien hubo lluvia y mucha) y un fondo de 400 voces, que entonaban compuestos de los himnos de Jornadas precedentes, comenzaba oficialmente la XVII Jornada Mundial de la Juventud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario