Leo en el el blog del vaticanista Luigi Accattoli: que escribe desde Sydney, (y me permito traducir):
En Sydney, esta ciudad futurista, se puede rezar a cielo abierto en tantos lugares: lo estoy viendo mientras escribo y en la metrópoli se desarrolla un Via Crucis que lleva toda la tarde. Lo he seguido por calles y plazas y ahora observo desde la ventana de mi habitación que da sobre la bahía de Darwin, entre el Centro de Convenciones y el Acuario. A los costados de la dársena semicircular, que forman un área peatonal permanente, sentados en el suelo, se han abarrotado los jóvenes, serán entre tres y seis mil. Siguen la representación de las 14 estaciones vistas en una gran pantalla que se levanta sobre una pasarela, en medio del agua. Sobre la pasarela se vera finalmente representada la escena del cireneo (séptima estación), mientras las otras han tenido lugar en otras partes de la ciudad que tiene mas de cuatro millones de habitantes. Ochenta figuras en ropas de época, y las escenas intercaladas por cantos y meditaciones…. . y largos intervalos de oración en silencio. Tres estaciones – de la cuarta a la sexta: Pilatos, la flagelación y la cruz – fueron representadas sobre las gradas de la Opera, el edificio-símbolo de Sydney, la primera en la plaza de la catedral de Santa Maria, la ultima en Barangaroo. Los ciento cincuenta mil lo han seguido todo en una veintena de grupos: algunos las 14 estaciones, otros frente a las grandes pantallas. Caminando entre aquellas multitudes he experimentado una percepción casi física que es posible la oración pública en una ciudad mundial, de la cual Sydney (donde se hablan doscientas lenguas) es un microcosmos claramente convincente. Un descubrimiento que debemos a Juan Pablo II, inventor de las Jornadas de la Juventud, que Benedicto ha heredado, vacilante primero, entusiasta ahora.
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