En el marco del V Centenario de la evangelización del nuevo mundo (previa VIII Jornada Mundial de la Juventud en Denver) el 11 de agosto de 1993 el Santo Padre Juan Pablo II, en una visita relámpago, volvía a pisar su querida tierra “guadalupana”. Era su tercer visita a México yesta vez se limitaría al Estado de Yucatán, para acercarse a los fieles indígenas y hacerles llegar sus palabras de apoyo y asegurarles que “la Iglesia contempla vuestros auténticos valores con amor y esperanza (...). Conozco – les decía - las dificultades de vuestra situación actual y quiero aseguraros que la Iglesia, como Madre solícita, os acompaña en vuestras legítimas aspiraciones y justas reivindicaciones (...). Sin embargo – agregaba - La noble lucha por la justicia nunca os ha de llevar al enfrentamiento" (Discurso en Izamal).
Este viaje apostólico lo había emprendido el 8 de agosto, llegando al día siguiente a Jamaica. A su regreso a Roma, en su Audiencia General del miércoles 18 de agosto de 1993 comentaba ese tramo del viaje, con estas palabras:
“La primera etapa del viaje apostólico fue Kingston, capital de Jamaica. Allí fue muy conmovedora la visita a la casa de los pobres atendida por las religiosas de la madre Teresa de Calcuta. Calurosos fueron los encuentros con los sacerdotes y religiosos en la catedral de la Santísima Trinidad, con los laicos en el auditorio del St. George College y con los representantes de las confesiones protestante y anglicana y de la comunidad judía en la iglesia parroquial de la Santa Cruz.
Mi estancia en Jamaica se concluyó con una solemne concelebración eucarística en el estadio nacional. Recordando los grandes males causados por la práctica de la esclavitud que ofendía la dignidad de la persona humana, imagen de Dios, reafirmé, durante la homilía, los valores fundamentales del matrimonio y la familia cristiana, valores anunciados por el Evangelio y recordados constantemente por el Magisterio de la Iglesia”.
El dia 11 de agosto era recibido en el Aeropuerto Internacional de Mérida, en la península de Yucatán, México. En la ceremonia de bienvenida (Mérida, 11 de agosto de 1993) expresaba que con ese “viaje apostólico –siendo todavía recientes las conmemoraciones del V Centenario de la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo– quiero, sobre todo, rendir homenaje a los descendientes de los hombres y mujeres que poblaban el continente americano cuando la Cruz de Cristo fue plantada aquel 12 de octubre de 1492”
En la Santa Misa celebrada para los fieles de la diócesis de Mérida y las poblaciones indígenas les dirigía estas palabras “… Queridos hermanos y hermanas, a vosotros, que habéis sido víctimas de tantas injusticias, se refiere también la exhortación del Apóstol: “¡No os dejéis vencer por el mal, mas venced el mal con el bien!” (Ibíd.). Os repito las palabras que os dirigí en mi mensaje con ocasión del V Centenario de la evangelización de América: “El mundo tiene siempre necesidad del perdón y de la reconciliación entre las personas y entre los pueblos.. Solamente sobre estos fundamentos se podrá construir una sociedad más justa y fraterna…”
Este viaje apostólico lo había emprendido el 8 de agosto, llegando al día siguiente a Jamaica. A su regreso a Roma, en su Audiencia General del miércoles 18 de agosto de 1993 comentaba ese tramo del viaje, con estas palabras:
“La primera etapa del viaje apostólico fue Kingston, capital de Jamaica. Allí fue muy conmovedora la visita a la casa de los pobres atendida por las religiosas de la madre Teresa de Calcuta. Calurosos fueron los encuentros con los sacerdotes y religiosos en la catedral de la Santísima Trinidad, con los laicos en el auditorio del St. George College y con los representantes de las confesiones protestante y anglicana y de la comunidad judía en la iglesia parroquial de la Santa Cruz.
Mi estancia en Jamaica se concluyó con una solemne concelebración eucarística en el estadio nacional. Recordando los grandes males causados por la práctica de la esclavitud que ofendía la dignidad de la persona humana, imagen de Dios, reafirmé, durante la homilía, los valores fundamentales del matrimonio y la familia cristiana, valores anunciados por el Evangelio y recordados constantemente por el Magisterio de la Iglesia”.
El dia 11 de agosto era recibido en el Aeropuerto Internacional de Mérida, en la península de Yucatán, México. En la ceremonia de bienvenida (Mérida, 11 de agosto de 1993) expresaba que con ese “viaje apostólico –siendo todavía recientes las conmemoraciones del V Centenario de la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo– quiero, sobre todo, rendir homenaje a los descendientes de los hombres y mujeres que poblaban el continente americano cuando la Cruz de Cristo fue plantada aquel 12 de octubre de 1492”
En la Santa Misa celebrada para los fieles de la diócesis de Mérida y las poblaciones indígenas les dirigía estas palabras “… Queridos hermanos y hermanas, a vosotros, que habéis sido víctimas de tantas injusticias, se refiere también la exhortación del Apóstol: “¡No os dejéis vencer por el mal, mas venced el mal con el bien!” (Ibíd.). Os repito las palabras que os dirigí en mi mensaje con ocasión del V Centenario de la evangelización de América: “El mundo tiene siempre necesidad del perdón y de la reconciliación entre las personas y entre los pueblos.. Solamente sobre estos fundamentos se podrá construir una sociedad más justa y fraterna…”
Desde la preciosa península de Yucatán, Juan Pablo II se dirigía a Denver, Estados Unidos, donde lo esperaban los jóvenes para celebrar las VIII Jornadas Mundiales de la Juventud.
Invito visitar la pagina de Especiales Yucatán con detalladísima crónica y comentarios de la visita de Juan Pablo II de 1993
Invito visitar la pagina de Especiales Yucatán con detalladísima crónica y comentarios de la visita de Juan Pablo II de 1993
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