El 30 de enero de 1985 tuvo lugar el encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes ecuatorianos en el Estadio Olímpico que lleva el nombre del último joven Inca Atahualpa, con la presencia de jóvenes de todas las edades y orígenes, que fueron presentados por Mons. Antonio González Zumárraga, Arzobispo Coadjutor de Quito, quien admitió al Santo Padre que se habia proyectado y preparado el encuentro porque Vos, Beatísimo Padre, poseéis el carisma de atraer, de entusiasmar y de comprometer con Cristo a los jóvenes de todos los pueblos. Los jóvenes del Ecuador debían también experimentar la misteriosa fuerza de vuestra atracción y, como cristianos, tenían derecho a ser iluminados por el Mensaje que proclamáis como Misionero del mundo.
Los jóvenes se habian preparado para este cara a cara con el Santo Padre en el I Encuentro nacional de pastoral juvenil bajo el lema : «Cristo en el joven para una nueva sociedad».
A este encuentro se refirió Juan Pablo II en su reflexión, tomando las palabras del evangelista Lucas «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Luc. 18, 18), y a las exigencias del Maestro que no alcanzaba con solo guardar los mandamientos. «Aún te falta una cosa. Todo cuanto tienes, véndelo y repártelo entre los pobres; luego ven y sígueme» Al respecto les recordó que la οpciόn por Cristo y por el hombre, visto a la luz de El, ha tenido valientes y esforzados seguidores entre la juventud ecuatoriana. En las breñas del cercano y majestuoso Pichincha, un joven héroe, Abdón Calderón, entregó su vida y conquistó para su pueblo el gran don de la libertad. En estos mismos lares, Mariana de Jesús, una joven santa, ofreció ejemplarmente su vida en plena juventud. El Santo Hermano Miguel, recientemente elevado a la gloria de los altares, entregó sin reservas su vida desde muy joven, para llevar a los niños a Cristo. Mercedes de Jesús Molina, a quien proclamaré Beata de la Iglesia, se dedicó también a las jóvenes pobres y abandonadas. Y así millares y millares de jóvenes, en el Ecuador y en el mundo, no dudaron en entregar su vida, permaneciendo muchas veces en el silencio y el anonimato, por amor a Cristo. El Papa quisiera encontrar en vosotros, jóvenes ecuatorianos, nuevas almas nobles y generosas de las que hoy nos habla San Juan en su primera Carta, cuando dice: «Jóvenes, os he escrito porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno» (Io. 2, 14).
¡Jóvenes ecuatorianos!
Les preguntó, y obtuvo la respuesta que esperaba:
—¿Queréis comprometeros delante del Papa a ser miembros vivos de la Iglesia de Cristo?
— ¿Os comprometéis a entregar incluso vuestra vida por el bien de los demás, en especial por los más pobres?
— ¿Queréis luchar contra el pecado, llevando siempre el amor de Cristo en vuestro corazón?
— ¿Queréis emplear vuestro vigor juvenil en construir una nueva sociedad según la voluntad de Dios?
— ¿Queréis renunciar a la violencia, construyendo fraternidad y no odio?
— ¿Queréis ser sembradores permanentes de justicia, de verdad, de amor y de paz?
— ¿Queréis llevar a Cristo a los demás jóvenes?
- ¿Queréis ser fieles a Cristo, aunque otros no lo sean?
Habéis contestado que sí. Si sois fieles a ese programa, con el Apóstol San Juan os repito: «Vosotros habéis vencido al maligno» (1 Io. 2, 14). Por eso al daros su bendición, el Papa os dice con inmenso afecto:
—¿Queréis comprometeros delante del Papa a ser miembros vivos de la Iglesia de Cristo?
— ¿Os comprometéis a entregar incluso vuestra vida por el bien de los demás, en especial por los más pobres?
— ¿Queréis luchar contra el pecado, llevando siempre el amor de Cristo en vuestro corazón?
— ¿Queréis emplear vuestro vigor juvenil en construir una nueva sociedad según la voluntad de Dios?
— ¿Queréis renunciar a la violencia, construyendo fraternidad y no odio?
— ¿Queréis ser sembradores permanentes de justicia, de verdad, de amor y de paz?
— ¿Queréis llevar a Cristo a los demás jóvenes?
- ¿Queréis ser fieles a Cristo, aunque otros no lo sean?
Habéis contestado que sí. Si sois fieles a ese programa, con el Apóstol San Juan os repito: «Vosotros habéis vencido al maligno» (1 Io. 2, 14). Por eso al daros su bendición, el Papa os dice con inmenso afecto:
¡Jóvenes ecuatorianos!, de la mano con Cristo y acompañados por María, ¡marchad siempre adelante!
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