El 6 de enero de 2001 terminaba la “fiesta nupcial” como habia llamado Juan Pablo II al Gran Jubileo del año 2000 (Bula Incarnationis mysterium) Era una fiesta que Juan Pablo II habia presentido, albergado en su corazón perfeccionándola en su peregrinar diario entre las multitudes, a partir de aquella expresión en el abrazo del cardenal Wiszynsky en 1978, "Llevarás a la Iglesia al Tercer Milenio". Se cerraba el gran jubileo pero el mensaje no cambiaría “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre”.
En el año jubilar se habia reunido con los niños, los pobres, los ancianos, los presos, los jóvenes y las familias, los trabajadores, los discapacitados, los religiosos, los deportistas y el mundo del espectáculo, entre otros. “El gran rio de la revelación, del cristianismo y de la Iglesia, que corre a través de la historia de la humanidad, a partir de aquel acontecimiento ocurrido en Nazaret y después en Belén, hace dos mil años” seguia su curso. y la invitación para todos ahora era “a remar mar adentro”.
En “Novo Millennio Ineunte” una carta apostólica de contenido denso, dada a conocer el 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor, del año 2001, Juan Pablo II menciona algunos momentos significativos del Gran Jubileo del año 2000, fuertemente caracterizado por la petición de perdón, y sintetiza su espiritu y su preocupación por todos y cada uno dentro y fuera de la Iglesia que deseen escuchar, participandonos la alegría de lo vivido, se nos invita a “contemplar el rostro del Señor”, a compartir “el canto de alabanza” y a pensar en el “futuro que nos espera”. Nos habla de los testigos de la fe, multitud de santos y mártires, invitando a los peregrinos a seguir las huellas de los santos, a los jóvenes ese “don especial del Espiritu de Dios para la Iglesia” a ser “centinelas del mañana”; a los trabajadores a vivir la espiritualidad de San Jose; a las familias a ser “una primavera de la sociedad”; comparte con los presos su dolor y con los niños su inocencia. Nos llama a “la dimensión ecuménica” con pasión y realismo alentándonos, pero admitiendo que “queda mucho por hacer”. Menciona su peregrinación a Tierra Santa y expresa su preocupación por la deuda internacional de los paises pobres. En un intento por alentarnos a “ser” antes que “hacer” nos invitaba a dedicarnos de lleno a la causa del Reino y para ello ofrece “algunas lineas de acción y puntos de meditación sobre el misterio de Cristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral” en varios capítulos:
En “Novo Millennio Ineunte” una carta apostólica de contenido denso, dada a conocer el 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor, del año 2001, Juan Pablo II menciona algunos momentos significativos del Gran Jubileo del año 2000, fuertemente caracterizado por la petición de perdón, y sintetiza su espiritu y su preocupación por todos y cada uno dentro y fuera de la Iglesia que deseen escuchar, participandonos la alegría de lo vivido, se nos invita a “contemplar el rostro del Señor”, a compartir “el canto de alabanza” y a pensar en el “futuro que nos espera”. Nos habla de los testigos de la fe, multitud de santos y mártires, invitando a los peregrinos a seguir las huellas de los santos, a los jóvenes ese “don especial del Espiritu de Dios para la Iglesia” a ser “centinelas del mañana”; a los trabajadores a vivir la espiritualidad de San Jose; a las familias a ser “una primavera de la sociedad”; comparte con los presos su dolor y con los niños su inocencia. Nos llama a “la dimensión ecuménica” con pasión y realismo alentándonos, pero admitiendo que “queda mucho por hacer”. Menciona su peregrinación a Tierra Santa y expresa su preocupación por la deuda internacional de los paises pobres. En un intento por alentarnos a “ser” antes que “hacer” nos invitaba a dedicarnos de lleno a la causa del Reino y para ello ofrece “algunas lineas de acción y puntos de meditación sobre el misterio de Cristo, fundamento absoluto de toda nuestra acción pastoral” en varios capítulos:
“Un rostro para contemplar” , “con la mirada fija en el Señor”; “Caminar desde Cristo”, “sin fórmulas mágicas para los grandes desafios de nuestro tiempo, con la certeza que nos infunden las palabras “Yo estoy con ustedes!” “sin inventar programas sino centrándonos en el Evangelio, en Cristo mismo, pero adecuando las orientaciones pastorales a las condiciones de cada comunidad”, llamándonos a todos a la santidad, al respeto a la liturgia, a la práctica del sacramento de la reconciliación, trabajando con confianza en una pastoral que de prioridad a la oración, personal y comunitaria, a la escucha de la palabra de Dios; En el capitulo IV nos invita a ser testigos de amor: “Asi como yo os he amado amense tambien ustedes los unos a los otros” (Jn, 13,34) a hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: este es el gran desafio que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza”…. “A descubrir mejor la vocación propia de los laicos, a promover diversas realidades de asociación, los movimientos eclesiales, con especial atención a la pastoral de la familia”. Por ultimo “apostar a la caridad” mirando a nuestro alrededor pero sin perder de vista las “nuevas pobrezas” de la “desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social”. Llama la atención sobre los retos actuales del desequilibrio ecológico y el vilipendio de los derechos humanos fundamentales.
La carta concluye con “Duc in altum” Caminemos con esperanza. Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo” y la compañia de la Santisima Virgen. “ El símbolo de la Puerta Santa se cierra a nuestras espaldas, pero para dejar abierta más que nunca la puerta viva que es Cristo. ….que Jesus resucitado….nos encuentre vigilantes, y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio” Hemos visto al Señor!!!”
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