En su discurso de bienvenida anunció que llegaba a un país “cuya historia recorren, como ríos a veces ocultos y siempre caudalosos, tres realidades que unas veces se encuentran y otras revelan sus diferencias complementarias, sin jamás confundirse del todo: la antigua y rica sensibilidad de los pueblos indígenas que amaron Juan de Zumárraga y Vasco de Quiroga, a quienes muchos de esos pueblos siguen llamando padres; el cristianismo arraigado en el alma de los mexicanos; y la moderna racionalidad, de corte europeo, que tanto ha querido enaltecer la independencia y la libertad”
Recordó que venia “para estar junto a los obispos de todo el Continente americano a quienes les presentaria al dia siguiente en la Basílica de Guadalupe los frutos del Sinodo que se habia celebrado en Roma hacia un año" : la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America , para que la Iglesia pueda “a través de la nueva evangelización revelar mejor su identidad: estar más próxima a Cristo y a su Palabra; manifestarse auténtica y libre de condicionamientos mundanos; ser mejor servidora del hombre desde una perspectiva evangélica; ser fermento de unidad y no de división de la humanidad que se abre a nuevos, dilatados y aún no bien perfilados horizontes…”
En la perspectiva del Gran Jubileo del año 2000 se trataba de uno de los Sínodos Especiales de los Obispos celebrados para cada uno de los cinco continentes : África (1994), América (1997), Asia (1998) , Oceanía (1998), y ese mismo año 1999 Europa.
¡México siempre fiel y siempre presente!
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