Hay llegadas y hay partidas. Juan Pablo II dejaba Ecuador el 1ro de febrero de 1985. Habia llegado hacia cuatro dias como “peregrino del Evangelio…. ilusionado por encontrarme con los amados hijos del Ecuador”
y se despedía
“dando gracias a Dios por haberle concedido encontrar una Iglesia viva y por haber compartido con tantos de sus miembros unas jornadas intensas, de cercanía mutua, de vivencia religiosa, de esperanza… En mí recorrido por los diversos lugares que he tenido la dicha de visitar, he hallado siempre el calor humano, y el afecto que brotan del sentirse unidos por fuertes vínculos de fe. Llevo conmigo el imborrable recuerdo de un pueblo religioso que, en torno a sus Pastores y en unión con el Sucesor de Pedro, está decidido a testimoniar en la realidad concreta de la sociedad ecuatoriana el mensaje salvador de Cristo, mensaje de paz, de justicia, de amor”….
“Al despedirme de vosotros, deseo asegurares que, aunque separados por las distancias, continuaremos unidos en la fe común, en el amor a la Iglesia, en la fidelidad a Cristo..
Quiera Dios que vuestro país, que se gloría de haber dado a la Iglesia preclaros hijos en el camino de la santidad, pueda también contribuir eficazmente al fortalecimiento de los vínculos de amistad, de paz, de justicia, de elevación humana entre los miembros de la gran familia de Latinoamérica.
“Al despedirme de vosotros, deseo asegurares que, aunque separados por las distancias, continuaremos unidos en la fe común, en el amor a la Iglesia, en la fidelidad a Cristo..
Quiera Dios que vuestro país, que se gloría de haber dado a la Iglesia preclaros hijos en el camino de la santidad, pueda también contribuir eficazmente al fortalecimiento de los vínculos de amistad, de paz, de justicia, de elevación humana entre los miembros de la gran familia de Latinoamérica.
¡Que Dios bendiga al Ecuador y a todos sus hijos
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