Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 14 de febrero de 2008

Karol Wojtyla y Jan Tyranowski


En febrero de 1940 Karol Wojtyla conoció a Jan Tyranowski, “ una persona que se distinguía sobre las demás… un hombre de una espiritualidad particularmente profunda” como dice Juan Pablo II en “Don y Misterio”.

El profesor Bogdan Piotrowski, gran conocedor de la persona y la obra de Karol Wojtyla/Juan Pablo II, es Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad de Varsovia (Polonia) y Director del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad de La Sabana de Colombia, y comenta en Pensamiento y cultura, Vol 10 (2007) la relacion entre Jan Tyranowski y Karol Wojtyla.

El encuentro con este promotor de la formación mística entre los jóvenes le cambió la vida. Fue él quien le enseñó que no basta aprender de Dios sino que hay que vivir a Dios. Para el joven Karol, la realidad y la existencia adquirieron una nueva dimensión, aunque en algunos puntos no estaba plenamente de acuerdo con aquél. Más tarde escribió: “Parece que Jan subrayaba demasiado cierta separación de la vida, interpretada con demasiada rigidez. Por ejemplo, no disponía de una visión plena de asuntos sobrenaturales como el matrimonio y la labor creativa en lo profesional, lo social y lo cultural. En relación con la vida, el cristianismo es mucho más valiente que como él lo proyectaba” (25) Es importante señalar, igualmente, que fue Tyranowski quien por primera vez le habló a Wojtyła de san Juan de la Cruz (26). Es bien sabido que el místico español ejerció una gran influencia en la formación filosófica y en la concepción cultural y poética de Karol Wojtyła. El estudiante encontró en la creación de san Juan de la Cruz la respuesta a las preguntas fundamentales sobre la existencia y sobre los lazos de la realidad con Dios, pero también sobre la soledad en que se encontraba y que tuvo que vivir de manera muy intensa en los años de la ocupación hitleriana, experimentando permanentemente el temor, las amenazas y la penuria. No ha de extrañarnos que después sostuviese firmemente que hay que salvar lo terrenal para la eternidad. Las circunstancias históricas reclamaban lazos de cercanía con Él y la presencia de Dios.

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